lunes, 23 de julio de 2012

Cinismo publicitario.






Se nos va de las manos el asunto, y de que manera, a costa de vender, de vendernos, a costa de no mirar hacia ningún lado. Ancha es Castilla, el que no corre vuela y en años de malas cosechas hasta los machos se ordeñan. Dudo que la vaca de una de las multinacionales, de la que podemos sospechar que tiene parte del poder de entre aquellos que parten y reparten y se quedan con mucho del pastel, ande en la cuerda floja de las ventas y el consumo cuando se trata del bálsamo con el que se regocijan las gargantas sedientas de la tribu en bañador, y en albornoz de dandy intelectual que necesita un trago para sus pasiones por la vida, y mejunje que envuelve los etanoles de los rones que andaron en barrica sin que se les pasara por el alambique que algún día caerían tan bajo. Hoy la sed no se sacia con agua, casi o al menos, en esta parte de occidente, en cualquiera de los occidentes en los que se está perdiendo mas el sur que el norte, que en esto son todos iguales, los o/accidentes. Hoy la sed se sacia con Coca Cola.

 Dicen, los mayores, la gente que vio aparecer los primeros envases de la mítica bebida, que un par de tragos te quitaban el sueño para todo el día, pero de la de antes, chaval, de la que llegó a venderse en farmacias. Nunca he creído del todo en esto último pero siempre me ha resultado curioso, como aquella otra leyenda en la que se aseguraba, y se sigue haciendo, que un tornillo oxidado radiaba a la mañana siguiente tras haber pasado la noche sumergido en la pócima del sello americano. El caso es que desde la aparición del carbónico líquido negro al que nos referimos la cosa no ha parado, todo ha sido un éxito. Las campañas publicitarias, los anuncios de televisión, las gestiones de marketing de la compañía han sido deslumbrantes. No existía un lugar en el mundo de mi niñez, que cabía en unas cuantas calles de un pueblo de Jaén al que llegaban sacos cargados de imaginación para que pudiéramos crecer, antes de ayer, en el que el lema del refresco no fuera conocido, que no se cantara, ni chicas ni chicos que no tratasen de imitar tumbados en la arena el emblemático trago largo al que un joven sometía a su esó !@#$%^&* ante la admiración de todos. No veas, a mí pronto me empieza a picar la garganta. Todo contrastaba mucho con aquel otro anuncio de una marca de café en el que una después almodovariana actriz nos dejaba caer aquello de "tacita a tacita" para darnos a entender que la pela es la pela. Eso iba más con la costumbre del pan en la talega de tela, el sifón, la bocina del lechero, el poncho al más puro estilo Blimunda y la catástrofe económica de que a uno de tus hermanos se le rompieran las gafas. Pero el sueño, la trampa, la ratonera, se nos vendía al son con el que ya muchos se frotaban hace años las manos, cuando en los guateques de al otro lado del atlántico además de mirarse la gente se tocaba, con la ingente cantidad de dolares con la que enseñarnos sus relucientes dientes blancos de imperialistas modélicas bestias.

Bueno, pues parece que ahora se quieren, pseudoempáticamente, alistar en el pelotón de los pobres, meterse en la cartera del obrero, quitarle las telarañas a la ruina del bolsillo de la cesta de la compra, y con cara de niños buenos, con voz en este caso, emitir un anuncio que cuando menos resulta insultante. Viene a decir, en boca de un supuesto ciudadano de a pie, cuyo rumbo se adivina completamente perdido, algo así como que con un euro en el bolsillo uno se encuentra más tirado que una maleta en mitad de la Gran vía, que no se tiene ni para un billete de metro, que uno es un indefenso, una moñiga despoblada de ánimo, un tísico, pero que no todo puede darse por perdido ya que con un euro en el bolsillo ahora podrás obtener dos litros del susodicho desengrasante. En la cara. Pobre diablo, no sufras, hoy el día lo tienes salvado y retomado tu rumbo gracias a nuestra comprensión en torno a todo lo que sacude la crisis, y hemos decidido darte la oportunidad de que pases de todo menos de la Coca Cola, porque somos tan buenos y tan caritativos, y tenemos las uñas tan bien afiladas, que hemos pensado, por encima de todo, en tí. Y tan por encima. Habrase visto cinismo más descarado y menos familiarizado con los escrúpulos, habrase denostado tanto un euro, con lo que cuesta ganarlo, como para que ahora vengan estos idealistas de la fantasía aburguesada a vendernos la moto con cara de... con cara de cemento. Blas, ponme una Cruzcampo.

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