miércoles, 11 de julio de 2012

Las cosas hablan.






Tan habituado anda uno a la subsistencia y a la autarquía que ya se ha acostumbrado a que le digan cosas del tipo no sé como te las apañas pero tus casas siempre tienen un punto de buen rollo. El caso es que recién llegado a Conil de la frontera, y tras encontrarme con la primera decepción en forma de falsa promesa, ya que quien me contrató no !@#$%^&*ó su palabra de ofrecerme alojamiento durante mi primer mes de pesadilla laboral, tuve que conformarme con el mas barato de los alquileres cuyo consecuente fruto fue una ratonera a la que, como dicen mis amigos Jorge, Celia y Carlota le he dado buen rollo. Cada mañana, al despertar, siento que habita en ella todo lo que leo y todo lo que escribo, toda mi existencia y el resumen de lo que me callo, que en ocasiones no me atrevo ni a hablarlo conmigo. Lo mejor es que dispongo de una gran superficie acolchonada llamada cama sobre la que roncar a pierna suelta con tal de no blasfemar en contra de las creencias de mi jefe y de los cuantos secuaces y cobardes que lanzan sus flechas por la espalda porque de cara no tienen valor ni vergüenza; esos a los que he defendido a capa y espada para que sus condiciones laborales no fuesen insultadas y que solo saben salir del paso con el siempre cómodo y barriobajero método de comer pollas porque el miedo les inunda las arterias, y poniendo cara de niños buenos encallan a la clase obrera a la altura de la suela de los zapatos; y en ella, en la cama, me regocijo, como acostumbro a hacerlo cada vez que la vida me da la posibilidad de no tener que escuchar a ningún mentecato y, como ya ha sido dicho, ronco a pierna suelta. Bueno, para algo tendría que servir el buen rollo que le doy a mis guaridas.

En este apartamento cualquiera existe un lugar para los pocos libros con los que mi trashumante vida hizo hace poco transbordo de una estación a otra de la geografía; se trata de una estantería, que encontré en el interior del armario destinado para la ropa, cuyo fin anterior desconozco pero presupongo que sería el de colocar un montón de zapatos o de recuerdos en forma de paisajes con playas en los que un primo lejano salía fotografiado y sonriente dedicándole a la parentela las migajas de sus vacaciones y de su mejor posición social para orgullo y rencor de la familia. Y es que las cosas viven, y viven tanto que algunas de ellas se encuentran todavía esperando el momento en el que desquitarse de la falta de libertad de expresión a la que fueron castigadas y metidas, por ejemplo, en el interior de un armario. Pero gracias a dios yo las escucho y ellas me hablan, me comprenden y me aman, refiriéndome a todos esos trastos cuya utilidad es tan parasitaria como la imaginación de quien se encargó de colocarlas en cualquier lado menos en su sitio, que sería fuera de esta casa. Me piden a gritos que las exilie de este rincón del planeta; una de ellas, ayer tarde, me dijo que antes destrozada que ignorada y no tuve más remedio que subir a la azotea y lanzarla al vacío, por otro lado charlé un momento con un cuadro de indefensas flores comprado en Ikea, ea, ea, que supone el orgullo ornamental del propietario del refugio, y en sus pétalos encontré la inspiración para esta entrada.

La verdad es que no se puede hacer más con menos. lo primero que hice cuando llegué fue colocar el televisor y su maraña de cables debajo del frigorífico; luego adorné las paredes con alguna interesante imagen en forma de póster, cambié de lugar casi todo lo que allí se encontraba dándole la posibilidad a los objetos de que ellos mismos me sujirieran qué sitio preferían, y rematé la jugada con un lavado de cara que consiguió despojar del riesgo de pulmonía al cuchitril repartiendo algo de colorido a lo largo y ancho de esto parecido a un escondite. No sé, no lo he calculado, pero no deben ser más de veinticinco metros cuadrados los que conforman el cuadrilátero en el que me desenvuelvo, atravesados por un tabique postizo y mal pintado y separado de una peluquería por una pared de papel de fumar. Menos mal que tomé buena nota de Don Antonio y viajo ligero de equipaje. Y volviendo a decir que las cosas viven sucede que aquellos pósters, los dibujos que he ido colocando sobre las paredes y algún que otro odorno han ido poco a poco cayéndose, una y otra vez, como expresando su disconformidad tras verme cada noche mala cara, una cara de mosqueo e impotencia tan solo atenuada y recompuesta por las mañanas, durante los ratos dedicados a la lectura, y los días libres. Y tanto me han hablado que ya ando manos a la obra de un nuevo destino. Gracias a la conversación con las cosas he descubierto que no andaba muy descaminado Ramón Gómez de la Serna en aquella su rica vida interior tan plagada del verdadero latido de los enseres, y gracias a haberle hecho caso ahora gozo del privilegio de no tener que oir estupideces, al menos por unos días, sino la coherencia de las cosas y su alma menos material que la de los humanos.

4 comentarios:

  1. Es verdad, muchas veces las cosas te llevan a su camino, a su sitio, tanto, que no me extrañaría pillarlas andando en la oscuridad y el cobijo de la noche. Y hasta que no se ven acomodadas a su antojo, no te encuentras bien entre ellas.

    Me ha encantado la frase " que en ocasiones no me atrevo ni a hablarlo conmigo".
    Un abrazo

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    1. Ahora recuerdo una obra de Juan José Millás titulada "No mires debajo de la cama" en la que se le da vida a los zapatos. Y si, parece que las cosas, los objetos, te transmiten su particular estado de ánimo contagiándote de buen o mal rolo.

      Un abrazo.

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  2. Más que las cosas diría,los objetos que nos acompañan a lo largo de nuestra vida,tienen alma,corazón y están llenos de recuerdos.Sobre todo aquellos que te regalan o que forman parte de nuestras primeras veces.Te entiendo perfectamente pero,¿de verdad que subiste a la azotea y tiraste algún trasto?por cierto,¿come pollas,no es lo mismo que come pollos,no?Ese vocabulario Clochard...Un abrazo fuerte!!

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  3. La indignación es hermana de la poesía y por eso el vocabulario, en ocasiones, se puede permitir el lujo de echar una canita al aire de lo soez a favor de la dirección exacta del significado, como si no encontrara otra manera. Y las cosas que nos acopañan y con las que vivimos hablan, esta claro que hablan.

    Mil besos.

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