lunes, 9 de julio de 2012

Un afortunado reencuentro.







A veces te preguntas dónde andará alguien a quien no ves desde hace mucho tiempo a pesar de haber estado sabiendo de esa persona solo de oídas y de haberte estado imaginando su vida con la dosis de irrealidad que aporta el idealismo. Un amigo con el que compartiste risas y lágrimas, noches de juerga y jornadas de aprendizaje y olor a grasa y detergente, estudios, caminos, pensamientos, maneras de vivir y carreteras, llamadas telefónicas y abrazos, y un minuto que después pareció ser el último. Fulano te dijo que andaba como siempre, a lo suyo y despierto; Mengano hizo referencia a él en una conversación sobre el oficio de la cual sacaste la conclusión de que además de encontrarse vivo continuaba en la brecha; Zutano te contó que preguntó por tí y te alegras tanto como si de un encuentro real se tratara. También hubo momentos en los que parecía que no volverías a toparte con él, tal vez con la sensación de que habían pasado demasiados años desde aquel último minuto tras el que cada cual continuó por la vereda que creía más conveniente o la única senda que encontró por entonces. Te imaginas la vida como un entramado de caminos que se cruzan ofreciendo millones de posibilidades y te asalta el fatal pensamiento de que exista la posibilidad de no volver a verle la cara, cosa que puede llegar a pasar como tantas otras, y entonces casi que te conformas con que el recuerdo sea selectivo y el buen olvido funcione lo mejor posible, con que prevalezca lo valioso; aun así raro es el día que no reparas en suponer el posible paradero de ese amigo perdido por el mar en tierra de este planeta.

Y del mismo modo piensas en aquellas personas en las que deparaste un afecto especial, una enriquecedora camaradería que se encarga de que el diálogo sea fructífero, las batallas menos duras y nunca dada la guerra por perdida, y que por una u otra causa no consiguieron contactar contigo después de una nube negra o de un exilio, de un viaje sin billete de vuelta o un terremoto, después de un giro a la tortilla de la existencia; esos seres que se encuentran ejerciendo el mismo papel que a tí te hace acordarte de ese alma con la que tanto te identificabas y acabó extirpándose de tu presente y de el de el resto de la cuadrilla con el nefasto riesgo de un para siempre; una eternidad que aprendiste a respetar porque en el fondo nunca te ha abandonó la sensación de que la ocasión estaba por llegar con esa misteriosa seguridad con la que metros antes de subir un escalón sabemos con qué pie lo haremos. Hoy he sido testigo de un afortunado reencuentro y no solo ha sido una dosis de vitaminas la que tal situación me ha inyectado, sino que instantáneamente he vuelto a mantener firme la esperanza sobre otras muchas cosas sin la sensación de haberme estado haciendo viejo durante todo este trayecto de añoradas ausencias y nuevas presencias. Hoy he sido testigo de lo cerca que el pasado se encuentra del presente, de que el tópico de que parece que fue ayer se queda corto y de que una de las mayores riquezas que nos depara la vida es conocer a las personas.

2 comentarios:

  1. Que bonito,me he emocionado...espero que la vida me depare juntar mi pasado con mi presente alguna vez...Un abrazo Clochard!!

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    1. Gracias, me alegro de que hayas disfrutado. La vida es una tela de araña en la que todo es posible cuando menos te lo esperas.

      Mil besos.

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