lunes, 15 de octubre de 2012

Visiones callejeras.






A lo largo del paseo, por las calles peatonales que conforman el puzzle urbanístico del centro de la ciudad en la que me encuentro, observo con atención innumerables locales, todos ellos ofertando algo: relojes, ropa, golosinas, gafas, alquileres, coches, maquinaria, catálogos, sillas, puertas, cosas que vender, cosas que comprar, y al son de este panorama se presenta la imagen de los cabizbajos ciudadanos que parecen haber perdido la brújula, el norte, las ganas, la motivación, la sonrisa, el ánimo, el código de barras de la normalidad, de lo que se necesita para estar tranquilo, ni más ni menos rico ni pobre que nadie, tan solo tranquilo; pero no sé si es que, creo tener la certeza, nos han tratado de enseñar un catecismo con cepo incluido en el que los dictámenes se encaminan a encauzar al rebaño hacia la travesía de la boca del lobo, recorrido en el que abundan las aduanas fronterizas de la desigualdad con cuya recaudación se llenan los bolsillos los arquitectos del proyecto en cuestión, y ahora a la vista de que todo es una pantomima da la sensación de que al tiempo perdido se le añaden la escasez de recursos y de ingresos y si te he visto no me acuerdo... Tranqui colega, la sociedad es la culpable, podría decirse saliendo por la tangente para dar respuesta al cúmulo de despropósitos acontecidos en este sistema tan aparentemente bien calculado y vigilado al que han llamado, al que han tenido la cara dura de denominar sociedad del bienestar, al que han vestido de democracia comercial y velado por leyes puestas en marcha por quienes vieron el hueco por el que se escurre la trampa, y entonces me pregunto yo, ingenuo camarero ¿y al vigilante quién lo vigila?

Hago repaso de los carteles anunciadores de cualquiera de las ofertas y, además de encontrar una infinidad de desaparecidos acentos, como por arte de magia, manía muy nuestra como la de decir que las mayúsculas no se acentúan para ahorrarnos tener que recordar tres reglas, me paro a pensar en la cantidad de inutilidades que supuestamente se necesitan para cubrir necesidades inventadas, ficticias, creadas para que no pare la rueda, para que la bola de nieve sea cada vez más grande, para que los bosques se vayan a pique, para que el cielo se tiña de gris, para que los mares lloren manchas de aceite y los pantanos acaben sacudidos por el cloro, y los campos sembrados de bolsas de plástico que tardarán siglos en desintegrarse; y prefiero parar de pensar en esto. Retrato el instante, lo que sucede. Veo obras inacabadas, paradas, grúas que ahí quedaron hasta que alguien se disponga a volver a moverlas, andamios oxidados, idílicos letreros en los que son expertas la inmobiliarias. Veo a una señora haciendo mimo vestida de Charlot, y junto a sus pies una caja de zapatos, vacía, en la que aspira encontrar algunas monedas después de no haber pestañeado durante casi una hora. Me cruzo con dos damas que discuten porque una no le ha cedido el paso a la otra en mitad de una pequeña cola, generada en la puerta de una administración de lotería, todo un dato del sueño dorado, y se gritan barbaridades que bien valdrían un fotograma. Un vagabundo sonríe haciendo de su guiño un gesto de superioridad, de pacífica declaración de intenciones y poema al saco roto de la memoria. La presencia de dos agentes de policía, sus gafas de sol y el peliculero plagio de sus andares, me hacen ponerme en el pellejo de otro país. Las aceras me acompañan, me hablan. Las fachadas me refuerzan la mirada, me arropan en este caminar en el que cada vez es más frecuente ver la inspección de un contenedor de basura, sea la hora que sea, por parte de cualquiera que podría ser yo mismo. El cielo no se permite una nube de mas, ni el sol un rayo que ilumine la ceguera, sencillamente se trata de visiones callejeras.

8 comentarios:

  1. Visiones callejeras muy bien narradas porque transmites sentimientos.
    Salu2 peatonales.

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    1. Dyhego:

      Sentimientos de alquitrán, sentimientos paseados contemplando el espectáculo del mundo, el cruce de caminos de cada esquina.

      Salud.

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  2. Visones reales que son las sombras de unos radiantes días de vino y rosas ficticias y que muchos se creyeron y los pocos que no lo hicieron, estan pagando de la misma manera y no creo que sea justo.
    Por cierto lo de los locales de apuestas del estado son los únicos negocios donde veo colas, increible y encima el estado gastando una pasta en publicitar cada vez mas tipos de juegos y engañifas,¡alucinante este país!.

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    1. Desesperación y pocas ganas de usar el tarro. Ganas por lo fácil, por la maldición del verbo TENER, que es la peor de las enfermedades cuando no se sabe ni lo que se tiene, cuando no se sabe lo que no se tiene. Contradicciones muy reales.

      Salud.

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  3. Querido Clochard,las gentes necesitan un periodo de adaptación para encontrarse de nuevo.Se habían perdido en el mundo de las comodidades y el consumismo.Pronto subirán sus cabezas para mirar hacia su futuro y reciclarse como un ser humano nuevo o quizás una bicicleta...Un abrazo fuerte!!

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    1. Dudo, Amoristad, que la adaptación hacía una nueva forma de vida que no se base en el consumismo sea posible, debido a que éste es indispensable para que la rueda gire, y porque sería impensable de otra manera por parte de los que mueven los hilos. Creo que crecerán las desigualdades hasta que no nos de a todos por salir a la calle y ni imaginarme quiero lo que sucedería, aunque por desgracia también soy pesimista en eso: En que todos nos pon gamos de acuerdo. En cualquier caso lo que nos queda es continuar luchando y viviendo con dignidad humana, sin necesitar demasiado.

      Mil besos.

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    2. Eso no dice la historia,Clochard.La humanidad ha podido contra La Inquisición de la iglesia,dictadores,guerras,posguerras,...e.t.c.
      Creo que podremos remontar otra crisis.Aunque hay algo que te reconozco,la ignorancia humana es una asignatura pendiente.Te imaginas que esta noche nos vamos todos a la cama y mañana amanecemos todos absolutamente todos optimistas,otro gallo cantaría.Un abrazo positivo!!

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    3. No digo que no, pero tendríamos que ser todos, los que mandan y manejan incluidos, y eso es harina de otro costal, ahí no hay quien haga cambiar el egoísmo por la buena voluntad.

      Mil abrazos.

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