lunes, 12 de noviembre de 2012

Bla, bla, bla.







Corren tiempos en los que todos sabemos mucho de todo, entendiendo este mucho como que se sabe de todo pero no se sabe de nada, vamos que no se tiene ni idea de las bases y fundamentos de practicamente la mitad de las cosas que nos ponemos entre los labios pero a cerca de las cuales hablamos como si no nos cupiesen las palabras en la boca. Es propicio el terreno actual para que florezcan los bocazas y los listillos de turno que amparan su conocimiento en los chascarrillos pasados de moda, ahí se les ve el plumero a los centralistas muertos de miedo y a los que sostienen un amuleto por temor a quemarse en las llamas, y en los típicos y tópicos complejos y prejuicios sin los que no tendría ni sal ni pimienta el asunto de la bocanería. Es un vicio que se convierte en algo que engancha como la más letal de las drogas, sobre todo si ves que no te va mal el negocio, como es el caso de los políticos y de los banqueros, a los que no les tiembla el pulso para efectuar desahucios y decir digo donde dijeron Diego y tal y tal pascual tararí que te vi. El patio se encharca de charlatanería cutre y desmedida.

En mi oficio es curioso observar como algunos de los que se sientan a la mesa y piden que les sea descorchado un gran vino, atraídos por el precio que de barato tiene poco, uno de esos caldos que se caracterizan por poseer un terciario aroma a especias del que me confieso devoto hasta los huesos, que posiblemente conozcan de oídas, y nada más, bebiendo etiquetas, pero que les atrae para fardar y dárselas de entendidos delante de otros cuantos que se dejan llevar por la gula, a los que estoy muy agradecido ya que sin su contribución no cobraríamos, no entienden ni jota de lo que les comentas al respecto de lo que se encontrarán en la copa pero ponen cara como de saber más que tú; porque siempre ha tenido la clase pudiente ese punto de no poder consentirse permanecer a la altura de un camarero, ni durante el preciso instante en el que lo inteligente sería dejarse llevar un poco para guiar su paladar hacía el abanico del placer que aparece detrás de la paleta de fragancias del morapio, y un ápice de sibarita aburrido gastándose los cuartos en algo de lo que ni siquiera se extrae la parte lúdica yendo de ese palo "cortado"; y el tema de los vinos es algo que se ha puesto de moda entre los que gozan de la desgracia de adornarse determinadas partes del cuerpo. Palabras mas o menos, muchas tonterías juntas se escuchan a diario, y yo sacacorchos y tastevin en mano con mi poesía de mesa en mesa, entre la Monastrell, la Colombard y la Zalema, mirando para otro lado como quien le quita importancia al asunto porque en un rincón de la sala me espera una copa rebosante de aromas ante los que no me puedo permitir el lujo de la desconcentración.

Si me pongo a escuchar la radio me encuentro con que determinados invitados a colaborar en una tertulia parece que hablan como si no pudiesen resistir permanecer callados, por no insistir en lo ya comentado aquí con respecto a los televisivos programas en los que no se escatima en insultos, siempre por la espalda, invadiendo el vocerío un plató de resquemor aplacado con el uso de artimañas de baja estirpe. He ahí una viva imagen y semejanza de lo que más tarde se convierte en el referente de la forma de actuar para la masa televisiva carente de autocrítica y creación de criterio propio, y el consecuente efecto dominó que prosigue en la educación de los vástagos que a la mañana siguiente reciben la primera lección en forma de imitación de gestos desprovistos de delicadeza y lucidez. Una manera de no tener que pensar, esta claro, si lo dicen esos es que está bien, esta claro, caiga quien caiga y salga el sol por Antequera.

Podríamos continuar exponiendo ejemplos en los que se muestra muy a las claras que la incapacidad para reflexionar, escuchar y decirnos feos al espejo, llegado el caso del milagro de la cura de humildad, es patente del hoy en día, junto con la prepotencia que nos aporta saber un par de cosas de entre millones, con las que ya nos damos por satisfechos para saciar nuestro apetito intelectual y salir a la calle con cara de gente preparada. Por si acaso me voy a callar que a lo mejor estoy mas guapo, pero no me bajo del burro y repito lo ya dicho en otra entrada: existe vida inteligente en otros planetas, no lo duden, la más firme prueba se encuentra en que aun no han venido a visitarnos, y si lo han hecho ha sido con el debido silencio para no molestar demasiado.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    ¡Qué corte me acabo de llevar al leer tu magnífico texto... porque me he visto reflejado!
    También yo demasiadas veces hablo de cosas sin saber...
    Ayer mismo me llevé una reprimenda.
    La verdad es que es mejor estar callado cuando no se sabe de qué se habla.
    Entre amigo, supongo que todos podemos decir lo que queramos aunque no entendamos un pimiento, pero cuando hay más gente, deberíamos ser más cautos.
    Ya te digo, me llevó un broncazo del siete.
    Salu2 sin broncas...

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  2. Dyhego:

    A todos nos pasa, a unos mas que a otros, pero a todos. Lo importante es pararse a pensar en la importancia de lo aprendido en ese momento. Corren tiempos de mucho bulo y pocas nueces.

    Salud.

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  3. Sócrates dijo:"la verdadera sabiduría está en reconocer la propia ignorancia" y,digo yo que,algo de razón tenía este hombre cuando le han descrito como uno de los mejores filósofos de todos los tiempos.Desde mi ignorancia te doy mi más humilde y fuerte abrazo!!

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    1. Las reflexiones socráticas siempre resultan interesantes, didácticas y constructivas. Un poco de ellas no vendría mal en la vida moderna.

      Abrazos socráticos.

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