miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mundos paralelos.





La compañía de los libros solventa cualquier tipo de espera por incómoda que pueda resultar ésta, como es el caso de la acontecida sobre una butaca junto a la puerta de la consulta del médico, en ese ambiente apto para fotografiar el panorama social en una instantánea cuyos variopintos matices reflejan las consecuencias de los índices de audiencia radiofónica y televisiva, al menos los vislumbran o los dejan entrever, en los comentarios que se hacen en estos lugares para matar el tiempo antes de que la abnegación nos mate a nosotros. Con un ejemplar en las manos, sea de la obra que sea, da igual el género, uno puede campar a sus anchas por el mundo que se encierra más allá de las pastas y dejar de tener constancia de que lo que le espera es un diagnóstico  o una receta, a los que se les va curando en la incertidumbre de la salud con el siempre saludable hábito de la lectura y con el premio anticipado de no tener que sentirse comprometido a asentir a ningún disparate o trance de dramatismo cutre e impertinente bajo el que subyace una capa de alcanfor hediendo a falso testimonio.

En los momentos en los que se lee en desinteresada y desconocida compañía, como en esos fortuitos encuentros que el azar nos regala en cualquier rincón del mundo, parece como si los oídos mantuviesen alerta su sensibilidad para acomodarla al transcurso de las lineas junto con el de los comentarios con los que se adereza la atmósfera, ya sea la del metro, la del tren o el autobús, o la de la siempre lúgubre sala de espera de un ambulatorio. Puede suceder que en mitad de la lectura se recuerde a determinado autor o a una de cuyas obras no estaría mal disponer en este momento en el que parece que el cuerpo pide dosis de otro tipo de fragmentos diferentes a los del capitulo de la novela en el que la dedicación se centra ahora, o puede, por el contrario, que lo que más se deseé en el mundo sea parar el tiempo o querer ser el último en ser atendido por el doctor, o esperar la posibilidad de un retraso en el horario del trayecto, para que el enfrascamiento mental en el que nos encontramos, por culpa de un personaje o detalle de acción, no cese o lo haga lo más tarde posible.

Lo cierto es que en compañía de un libro uno nunca se encuentra solo, por no decir que en ocasiones la comitiva de personajes es una imaginaria familia con la que se vive en otro mundo paralelo al que pisamos, compareciendo de esta forma en otra vida, fuera de esta que respiramos, gracias a la cual las penas son menos penas y las ilusiones parecen más fáciles de conseguir. Es importante, hoy en día que el individualismo se encuentra al acecho de cualquier sospechosa maniobra y la deshumanización está alcanzando cotas preocupantes, encontrar arrobo en la voz escrita de cuantos autores nos brindan su obra en los estantes de las bibliotecas y las librerías, y dejarse llevar por el mar de esa experiencia resultante de la asistencia a clases de múltiples materias de la mano de la sencilla comparecencia de un libro entre nuestras manos y el ejercicio de las facultades mentales al servicio de esa entrega. Además de no sentirse solo, de esta manera, uno aspira a otras cosas más nobles que a luchar por luchar sin saber el cómo, el para ni el  porqué, y la flora y la fauna humana que acontece ante nuestros ojos nos puede conceder el beneficio de ser mirones, seres contemplativos que no dejan de asombrarse, perpetuos perplejos, asombrados espectadores del mundo que se ve más nítido cuanto más se visiten los universos que se encuentran en cualquier libro.

4 comentarios:

  1. Y, además, Clochard, de acompañarnos y hacernos la vida más placentera, un libro también nos dice mucho de la persona: si lee al derecho o al revés, como Marilyn Monroe en "Cómo casarse con un millonario"; si lee libros grandes o pequeños; si actuales o clásicos; según qué género y si el lector nos permite saciar la curiosidad de saber qué está leyendo, porque hay quien los forra con papel, aunque sea de periódico, para evitar esa mirada fisgona...
    A veces hasta es mejor un libro que una conversación.
    Salu2.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dyhego:

      En el fondo, le lectura, es una conversación en la que uno aprende a soportar lo que le viene; sin duda que la lectura hace la vida más vivible y placentera, más completa.

      Saludos lectores.

      Eliminar
  2. Mira que lo intento.Mira que le echo ganas pero,todavía no he conseguido conectar con ese mundo paralelo cuando hay gente a mi alrededor hablando.Solo puedo escuchar el sonido del silencio,entonces sí disfruto de la lectura.
    Un abrazo fuerte!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Todos tenemos nuestros momentos y maneras. A mí me encanta leer en los autobuses urbanos, en cambio en los de linea me duermo, pero en el bullicio de un bar, cargado de gente, soy capaz de leer sin problema. Disfruta del silencio junto a la lectura cada vez que tengas la oportunidad.

      Mil abrazos.

      Eliminar