lunes, 7 de enero de 2013

Cita con Sevilla.





Acabo de llegar a Sevilla. La cita durará un día, tiempo en el que visitaré a algunos amigos y en el que tendré la oportunidad de volver a pasear brevemente por lugares en los que se recoge mucho pensamiento caminado. Nada más llegar he vuelto a sentir la hospitalaria comodidad de las calles que rodean la Gran Plaza, por las que uno se siente al mismo tiempo ciudadano del mundo y de esta zona de la capital, de este barrio entre San Pablo y Ciudad Jardín, como si de un pueblo se tratara. Venía con la idea fija de pasar por el callejero puesto de libros en el que Paco expone ordinariamente sus ejemplares a la espera de recaudar algunos euros, cobrando infaliblemente a bulto, que le ayuden a soportar el invierno y el monótono transcurrir de las estaciones vistas desde esa posición de observador que tan bien ejerce. La alegría ha sido inmensa al contemplar que continua ahí, hacía casi un año que no me dejaba caer por aquí, con su pelo blanco y largo al estilo Jesucristo, con su mejilla hinchada y su cerveza refrescada al sol, con sus uñas largas y su bigote alquitranado, con su saber estar tan amable y agradecido. Luego el café de la bodega La Pitarra y la cerveza en el Prieto, donde el camarero José Antonio me continua recordando anécdotas rescatadas de los anales de la historia del fútbol, y más tarde, y con el desinteresado desdén con el que uno se imagina un mundo más feliz, el transcurrir del paseo en busca de alguna cara conocida a la que saludar y poner al día del bienestar de mis huesos de momento. De aquí extraje lecciones en tono mayor referidas a la vida común llevada con decencia, aquí se encuentra gran parte del Robinson urbano que me acompaña en las entrañas del pensamiento. Aquí vengo como el que va a una tierra en la que sabe que encontrará el sosiego necesario para sentirse parte del mundo sin echar mano de la resignación del abatimiento.

Resulta, para mí, condición esencial un viaje en metro en el que hojear las recientes adquisiciones literarias y enfrascarme en el tumulto silencioso de los cuerpos a la vez que mis ojos no se separan de las lineas y mis pies se balancean de uno a otro lado cuando el tren entra en las pronunciadas curvas entre Nervión y San Bernardo. Hay tanta vida en el subterráneo de la que uno se empapa aún estando en otra cosa, desatendiendo el panorama, ya digo leyendo, pero con la certeza de que es acompañado por la presencia de las sombras de cuantos suben y bajan, por el roce de los cuerpos, por las conversaciones que se mezclan, por las miradas furtivas que los señores le lanzan a las jovencitas bien arregladas, fabulando lo que debe estar pasando, siendo y no siendo testigo, dejándose llevar por la inercia de las masas que desfilan por la ciudad sobre este gusano de hierro que se desliza por las venas que comunican los órganos vitales del plano urbanístico. Nunca se baña uno en el mismo río, decía Heráclito, e igualmente podemos decir que nunca transita uno por las mismas calles ni avenidas, por los mismos soportales ni jardines ni alamedas, por las mismas escaleras ni plazuelas; siempre existe el detalle y el motivo que nos declara el intratable pasar del tiempo, la sucesión de acontecimientos, el reflejo de una realidad solo parecida a la que abandonamos unos meses ha, pero inciertamente perenne y mucho más conmovida e imprevisible de lo que podría darse por sentado. Estas nubes no son las mismas, ni estos carteles, ni estas lineas sobre el asfalto. Esta ciudad sigue siendo ella, y para ello no le basta con permanecer, se concentra en presentarnos cada vez más nitidamente el espectáculo del mundo y la belleza en la que se recogen los pensamientos explorados y por ser descubiertos todavía.

4 comentarios:

  1. "Sevilla tiene un color especial,Sevilla sigue teniendo su duende..."
    Un abrazo fuerte!!

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    1. Sevilla es un lugar para perderse y encontrarse, para refugiarse en cualquiera de sus callejones, para saborear el tacto de los días a la velocidad que marca el ritmo sureño, ese desdén por las cosas que hace que haya un lugar especial para la poesía.

      Mil abrazos.

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  2. Una vez estuve en Sevilla, hace milenios.
    Salu2.

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    1. Pues la vas a encontrar muy cambiada, muy bonita, aún mas. El centro, desde el prado de San Sebastián hasta la plaza Nueva, tiene un aire de ciudad centroeuropea, con su tranvía y sus ciclistas, con una anchura peatonal que le da una limpieza a la atmósfera digna de agradecer.

      Saludos viajeros.

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