jueves, 10 de enero de 2013

Sevilla - Marbella.





Durante el trayecto entre Sevilla y Marbella, al mando de mi bala roja, he sido testigo de la belleza de los campos andaluces, de la lozanía de los cultivos resarciéndose del frío durante este día del mes de enero en el que luce el sol y los colores se mezclan con la claridad dando fe de las posibilidades de estas tierras en el buen estado de salud que muestran los arados, los árboles y las superficies que serán motivo de la siega, augurando una buena nueva cosecha, con esa virginidad propia de los papeles en blanco del escritor cuando son contemplados por éste de pie junto al escritorio y en sus ojos ya se atisba el orden y la simetría de lo hermoso, o la del lienzo recién embadurnado sobre el que se dispone el pensamiento del pintor, imaginando, mientras espera a que seque el horizonte de la cola sobre la superficie, panorámicas fugaces, como la de estas campiñas del recorrido que suponen la sala de espera de la definitiva creación que la naturaleza nos regala cada temporada, como un reloj al que le ha dado cuerda la mano de los cuidados del hombre y ritmo los dioses del sol, la luna, las nubes, el agua y el viento.
El alto en el camino ha tenido sede en Osuna, monumental e histórica, andaluza hasta los huesos y encofrada con piedra y cal, hija de la teja y el arco, morada de duques y gentes de corte en aquella época en la que la riqueza entraba a borbotones procedente del puerto sevillano. Sus calles envueltas en la tranquila monumentalidad de lo inconfundiblemente sureño y el sosegado paseo de sus gentes me han llevado en a penas una hora a disfrutar de un lugar privilegiado para reponer las fuerzas de la observación.

La ruta continua camino de Málaga y, a medida que progreso en la digestión de los kilómetros que me separan hasta alcanzar la meta de la capital de la costa del sol, cuatro ruedas me conducen hasta Marinaleda, donde el pensamiento nos lleva siempre a la esperanza aquella en la que un pueblo se refugia en su solitario y solidario sentido común y se nos presenta casi como una república independiente, como una isla dentro de tanto desencanto de obreros y jornaleros indignados por la hecatombe de derechos en la que nos están enterrando, como la imagen que vale más que mil palabras o la rendija en el muro a través de la cual aparece ese rayo de luz que nos ilumina y nos endulza el sueño. Es esta una zona en la que los pueblos se suceden con las lomas, con los montes deslizados suavemente sobre el paisaje, y al fondo la siempre imponente figura del Torcal de Antequera, la cima de la piedra esculpida por el aire y la brisa, el semblante orográfico sobre el que las nubes descargan su leve rocío como si su único motivo fuese ver brillar el conjunto. Antequera está a la vuelta de la esquina, a unas cuantas curvas, en unos minutos veré lo que en su día tuvo todas las papeletas para ser sede del parlamento de esta región, por razones históricas, y uno de los más bellos y considerables pueblos de esta tierra nuestra. El invierno es clemente y no castiga con la furia de sus hielos, el viaje transcurre tranquilo y risueño, templado, participando de la visión, en esos momentos en los que uno va pensando en desear ver a su izquierda, allí abajo, el mar, la capital malagueña y el resplandor de las aguas en la lejanía entre la que se confunde alguna que otra popa.
Hacía como cinco años, casi, que no me pasaba por Marbella. Allí me esperaba la siempre culta y humorística charla con algún amigo, lugares importantes para el recuerdo, esquinas en las que una rá !@#$%^&* de aire chocó contra mi frente, y todo lo ligado al recuerdo de esa manera en la que lo hacen los sitios en los que uno se ha sentido parte del mundo. Ahora he conocido, mejor que en los momentos en los que vivía en ella, lo que es esta ciudad, a pesar de la brevedad de la visita, y ante todo su casco antiguo, la parte del pueblo que escapa de la marabunta de hoteles y bloques de hormigón que nada tienen que ver con lo que trataremos de explicar.

4 comentarios:

  1. ¡Estás hecho todo un viajero, Clochard!
    Hace tres años estuvo en el Torcal de Antequera pero una mala jugada del ordenador me hizo perder todas las fotos de aquel viaje. ¡A saber cuándo volveré por esos lugares!
    Salu2 viajeros.

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  2. Estoy aprovechando una semana de vacaciones para visitar algunos lugares de esos que se erecuerdan con felicidad. Para recuperar aquellas fotos nada mejor que volver a hacer el viaje, a ver si te animas, que esta zona del sur es una maravilla.

    Salud.

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  3. Que envidia me das "jodio",como aclaras la vista y que bien miras...Un abrazo fuerte!!

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    1. En la mirada se encuentra el alimento de los pensamientos que nos estimulan a ser conscientes de que la vida es mucho más que los malditos números, y otro tipo de debastadores venenos disfrazados de caramelo producidos para someternos y hacernos dependientes de la vanalidad. El Cambio del paisaje y sus porqués son los infatigables compañeros del papel en blanco del viajero.

      Mil abrazos.

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