sábado, 30 de marzo de 2013

Huida al futuro.





En mitad de esta semana, Santa por definición y costumbre y para de contar, se atiborra el noticiario de lo que uno no quiere oír pero escucha por precaución de ciudadano con el miedo en el cuerpo; no hay tregua para que este mundo medio loco pare, para que se detenga a echar un cigarrillo y se olvide de los desastres. Los relojes se descuelgan, no ya por el cambio de hora, no por el aniquilamiento de las reservas energéticas de sus baterías, no por cansancio, sino por descompensación, por desuso del lúcido transitar de los segundos: las campanadas suenan a maitines en tiempos de pólvora fría, a recuento de cadáveres y a metafísicos planes de consignas violentas. Sales a la calle, todo se confunde un poco, nada parece surgido de la templanza propulsada por las oraciones salvadoras que han embalsamado el presente con aroma a incienso, siempre hay un hueco para que hasta los ojos mas despistados aprueben el desajuste de intenciones y el traslado de la realidad sobre los bajos fondos de las aceras. Un hombre con aspecto de llevar varios, muchos, años jubilado vende ceniceros fabricados con recicladas latas de refrescos; otro anuncia en un cartel de cartón con letras mayúsculas, en las que expone su edad y procedencia, algunos de sus problemas, la rogatoria para que con alguna moneda le sea menos cruel el tour por el monte Calvario; a unos cuantos metros hay otro y luego otro y otro, más jóvenes o más viejos, tanto da, hombres de carne y hueso con enunciados de cartón y barba de varios días a los que casi siempre les acompaña un gato, o un perro, o un carrito de la compra en el que guardan sus pertenencias, la vergüenza que al resto nos falta.

Corea del norte trata de poner en jaque moral a sus vecinos del sur, a China, Rusia, Japón, los territorios marítimos más cercanos y a lo Estados Unidos, a todos se los quiere llevar por delante si no continúan aceptando su manido chantaje. Sorprende ver el borreguismo de los geypermen coreanos alzando las piernas hasta la cintura, como propulsados por una medicina inyectada en el cerebro, drogados de ideología y religión asesina. Italia anda sin gobierno, dicen, sin nadie que se aclare mientras las primas de riesgo no cesan de pillarse un bono para el carrusel de la bolsa; no hay quien se entere ni se atreva a pronosticar el resultado de este galimatías en mitad de una Europa sostenida por quienes pisan más fuerte y al amparo de los cuales se puede aguantar el chaparrón siempre y cuando no se les enfade: por un lado un estafador y putero fascista, por otro la revolución de una nueva forma de hacer política que viene a descubrir la asamblea griega, auspiciando al pueblo para que todos sus derechos no se limiten a introducir en una urna un sobre cada cuatro años, y por otro lo que queda de los que están esperando a ver si poco o nada cambia el asunto y les toca algo, como en la tómbola pero sin Marisol ni Sofía Loren, y finalmente un octogenario presidente de la república al que ya le cuesta trabajo sostener la pluma en ristre para estampar una firma. Chipre se deja, Chipre no tiene más remedio, parece, Chipre es saqueado a mano armada y todo a la moderna, televisado, radiado, minuto a minuto mientras como el cólera se extiende la prisa y aumentan las colas en los cajeros; Chipre representa a las barbas del vecino que ya se sabe, Chipre aguanta carros y carretas, le quedaba una sola bala en la recámara de la ruleta rusa a los comisarios del banco europeo y han dado en el blanco, le han volado la tapa de los sesos a un país entero.

Once mujeres ya, once, y las que vienen colgadas del rosario de la aurora, asesinadas a manos de sus cónyuges, y las que no se salvarán si no salen del letargo, de la inseguridad, si no se atreven a pulsar tres teclas: la del cero, la del uno y la del seis y se ponen en contacto con alguien que ponga orden en esa casa de locos sita en la caja de cerillas del infierno. No sé si serán galgos o podencos, no sé lo que saldrá de todo esto, no sé si comprar suerte en Doña Manolita o tomarme un par de whiskies sin hielo, que queda más Bogart, más Onetti, más táctil para el gaznate y ardoroso para el estómago. No sé, lo mismo es cuestión de mirar para otro lado y pensar que todo es un mal sueño, un arrebato en mitad de la madrugada, cosas de la imaginación, consecuencias de cenar demasiado, abusos de un pellizcado contagio realista. Por cierto, esta noche adelantan la hora: será como viajar en el tiempo huyendo hacia un futuro inventado.








4 comentarios:

  1. La mitad del mundo está loco y la otra mitad ciego y,en el medio personas sencillas que solo quieren vivir en paz y disfrutar de lo bella que es la vida...Un abrazo de vida!!

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    1. Rescatémosnos dentro de esos pocos afortunados e importunados por el ciclón. Ánimo para conseguirlo, como mínimo para intentarlo, queno es poco.

      Mil abrazos.

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    1. Somos un poco de todo, Dyhego, apocalípticos también, como las propias circunstancias.

      Salud.

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