miércoles, 27 de marzo de 2013

Sin ir más lejos.






Existen autores que se nos resisten, a los que nos cuesta trabajo adaptar nuestra concentración sin salir perjudicados, porque parece que nos introducen en una dinámica salida del tono de la templanza que nos provoca acabar con la sensación de estar cansados tras cualquiera de sus lecturas, abotargados y con cierto estado de humedad en las sienes. Si les dedicas algunas horas antes de ir a dormir puede que te levantes con los mismos síntomas de esas resacas a las que el aliento les huele pegajosamente a tabaco. Se me ocurre, a bote pronto y en primera instancia, la figura de Juan Carlos Onetti; recuerdo las veces que he intentado adentrarme con cautela en sus relatos, haciéndolo con el miramiento de quien sabe que en cualquier lado de la novela se sentirá vulnerable y corriendo peligro de entristecer más de la cuenta. Tal vez porque el reflejo de parte de nosotros mismos, que se encuentra en la sordidez de los personajes de Onetti, es muy sincero nos impone más respeto todavía y hace que nos lo pensemos antes de introducirnos de nuevo en la lectura.

Hace muy pocos días y casi por casualidad, en una de esas excursiones entre los estantes de la biblioteca, di con un libro de José Ovejero titulado  La ética de la crueldad: ensayos dedicados a determinados autores como el mencionado Onetti, Elias Canetti, Luis Martín Santos o Comarc McCarthy, entre otros, rescatando de alguna de sus obras la parte constructiva, transformativa del lector al inmiscuirse en esas páginas plagadas de penurias, rincones grises, crisis nerviosas y personajes célebres por su vagabundeo incierto y en muchas ocasiones acompañado de la escena de lo reprobable y mezquino, de lo acontecido en los lugares y situaciones más perversos y a los que nos da miedo asomarnos, pero que forman parte de todo el conglomerado en el que también nosotros estamos, y que sirven para reforzar la capacidad de cualquiera que se disponga a conocer lo que cuenta el talento de estos escritores.

El descubrimiento ha supuesto un revulsivo fortificador para mi debilidad a la hora de enfrentarme a este tipo de literatura, de la que tan en deuda me he sentido siempre, y creo que después de las lecciones del maestro Ovejero es más fácil adentrarse en los caminos de la arrasadora imaginación de escritores tras los que se levanta un velo de negrura y negatividad, pero que al mismo tiempo nos revelan la inmensidad de las profundidades del género humano, de cada uno de nosotros mismos sin ir más lejos.

4 comentarios:

  1. Clochard:
    Hay escritores que se resisten, novelas que deben esperar su turno, lecturas que nunca se realizarán...
    A veces me pregunto de quién es la "culpa": ¿del escritor, por no ser más ameno? ¿Del lector, por ser tan negado?
    Yo pienso (hoy, a lo peor dentro de un rato pienso otra cosa) que se escribe para los demás y , por lo tanto, hay que ser accesible. No estamos hablando del plano secreto del tesoro, ni de un mensaje cifrado, estamos hablando de un texto, no del "código da Vinci".
    Pasa lo mismo con esos actores que son tan realistas que no vocalizan y no se les entiende nada...
    Salu2 entendibles.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dyhego:

      En función del tipo de texto que se escriba se hace de una u otra ,manera, creo yo: un periodista escribe para informar, para los demás, sin por ello dejar de escribir para él, en la parte lúdico constructiva del acto; un novelista escribe para él, profundizando en su memoria y adaptando los recuerdos y su sabiduria al engranaje de la ficción que está tejiendo; un cuentista escribe para él o para un determinado público, si se trata de cuentos infantiles; y un poeta escribe para él y para nadie más, aunque su obra esté dirigida a alguien, ya que si lo hiciera de otra manera se vería muy condicionado y no daría de sí todo lo que hay en su interior. Es mi opinión.

      Por otra parte a los lectores no les viene mal de vez en cuando enfrentarse a autores que se le resisten o a textos de más difícil comprensión, para avanzar y dar pie a dejar de lado la facilidad con la que se desiste demasiado pronto sobre algunos autores. Bueno, todo es muy subjetivo, pero merece la pena intentarlo.

      Salud.

      Eliminar
  2. Es interesante saber por donde se anda,sobre todo cuando te adentras en la oscuridad del ser humano.Una luz por pequeña que sea siempre se agradece.Por otro lado hay que tener cuidado más que lo que se lee,el momento que eliges para hacerlo,creo yo...Un abrazo cauteloso!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Siempre es importante saber por donde se anda, aunque dejarte sorprender es uno mas de los alicientes de la lectura y la aventura de aprender. En cuanto al momento adecuado, bien es cierto que la misma obra nos puede producir diferentes senasaciones en función de cómo nos encontremos, ahí la elección es la que manda y no hay que dudar en cambiar de género: lo importante es disfrutar de la lectura y sentir que te beneficia.

      Mil abrazos.

      Eliminar