jueves, 4 de abril de 2013

Comenzar de cero.






No dejo de darle vueltas al asunto de la situación social en la que nos encontramos, en lo que al pensamiento de cada uno de nosotros se refiere con respecto a la cuestión fundamental de la pura existencia. Me gusta pararme a pensar o a subliminalmente preguntar, para ir poco a poco, qué piensa cada cual de la vida, de la realidad, de paso del tiempo, de la muerte, de lo que nos queda y de cómo emplear los años en lo que más o menos nos gusta. Me suelo encontrar con caras de poker que parece que no se enteran o no se quieren enterar, caras de miedo y simultáneamente incrédulas de que semejante cuestión pueda interesarle a nadie, evadiendo la situación y esbozando una sonrisa cómplice de quienes piensan este tío está sonado, loco; teniendo las religiones  tan a mano es como querer complicarse la vida, es como ese tipo de cuestiones que se resuelven más tarde, para las que siempre habrá un rato, cosas accesorias y secundarias que no conviene mezclar con el presente. A quién, estando en su sano juicio, se le ocurre mientras se toma unas cañas sacar a relucir, para amenizar la conversación una vez que se corre el máximo peligro de los árbitros, la meteorología y los chistes machistas o macabros, que él piensa que nuestra misión es ésta o aquélla, y que después puede que haya o no haya. Bueno, no es que sea lo más normal del mundo, atreviéndome a decir que por desgracia, pero tampoco creo que se trate de nada insano, más bien al contrario empiezo a pensar que en esa devaluación de los diálogos esenciales es palpable la inconsistencia de nuestros esfuerzos por sacar provecho del milagroso mecanismo de nuestra razón, y que por ese camino tristemente son explicables muchas de las desgracias a pequeña escala: la envidia, la desidia, los prejuicios, el rencor, la avaricia, el fraude, y todo eso con lo que se ha convertido normal convivir de la misma manera que media Roma no sabe que pasea sobre las bases de la arquitectura moderna, sobre las que tan plácidamente duerme y descansa, situadas justo bajo sus pies; de modo que esto es algo parecido a haber perdido el norte de tal manera que nos manejamos con una serie de incongruencias, a punto de convertirse en algo sólido, que parecen haber enterrado a muchos de los principios, de cualquier concepto de civilización que se precie, con los que aspirar a conseguir que el corto tránsito en el que consiste nuestro ejercicio de seres vivientes contenga visos de plenitud.
Bien es cierto que nunca, jamás en la historia, el hombre ha sido totalmente justo con el uso de sus obligaciones y derechos para con los demás, ni con el respeto de las libertades tras el que se encuentra la posibilidad de hallar lo mejor de cada cual para ser puesto al recíproco servicio de la comunidad, a excepción de alguna gloriosa etapa en la que estuvimos muy cerca de ello, como en la Grecia antigua, aunque sin duda también incurrieron en excesos y defectos nuestros queridos habitantes de la polis, pero con qué maestría ciudadana y sentido de la equidad, salvando las distancias y ateniéndonos a los cánones de entonces: ya sabemos que unos pensaban y otros se encargaban de los trabajos que hacían posible la estabilidad del sistema, pero nadie negará que parece mentira, porque no ha habido racionalista que se precie que no haya atribuido razones de contexto a las verdades de cada época, sin por ello quitarle importancia a lo que significa daño y lo que quiere decir placer, siendo la función del desarrollo de la humanidad alcanzar un grado máximo de concordia para que la satisfacción sea lo más alta posible, con cada grupo en su entorno, y la consecuente riqueza del género derivada de la consecución de semejante meta el goce que nos permita recrearnos en la brevedad que nos atrapa; y muchas de las semillas para que el proyecto de algo así, de lo que parece que definitivamente se han perdido los papeles, fueron puestas en aquellos días por nuestros queridos amantes de la sabiduría. Pero, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo salir del atolladero? ¿ a qué viene tanto miedo?
Como todas las preguntas más o menos filosóficas, derivadas de la misma raíz insistente en encontrar algo de verdad en medio de toda esta selva, no parece que la repuesta sea cosa fácil, a pesar de caer una y otra vez en la misma bizantina retórica de las dificultades que implica poner a tantas diferentes culturas de acuerdo, porque no podemos olvidarnos de que estamos acompañados por miles de costumbres distintas a las nuestras. Pero ¿ no sería posible, solo ateniéndonos a  conceptos básicos y universales, en torno al bien y el mal más sencillos de los que quepa hacerse una idea, comenzar a ponerle la primera piedra a una nueva edificación, si no ya para nosotros al menos para quienes nos sucedan, que nos inmortalice como gente digna de ser recordada por haber dejado sus pensamientos al servicio de la posteridad, siendo el mayor de los logros haber rectificado impidiendo en un momento dado de la historia que todo se vaya a pique? Ganas me dan de hartarme de reír, de verdad y sin arrogancia ni dármelas de nada, pero me temo que no es que nos dé miedo pensar en eso, lo que me temo es que ni se nos ha pasado por la cabeza; y que me perdonen los que crean en la reencarnación, pero parece que ni siquiera para ellos se atempera la cosa dándose una tregua y aguardando otra vida con los parámetros de ésta, porque lo mismo cuando vuelvan ya no hay nada; aunque pensándolo mejor, puede que sea la mejor de las maneras: regresar a un planeta en el que se ofrece la posibilidad de comenzar de cero.

4 comentarios:

  1. Lejos de la profundidad del mensaje,créo que las personas no estamos preparados para oir la verdad de nuestro interior.Preguntarse ahora ¿que quieres o que esperas para el futuro?como están las cosas de complicadas,da al menos respeto.Vivamos el presente pasito a pasito,mirando al frente para no tropezar en las mismas piedras.Paz interior,Salud y amor en mi vida,eso espero yo del futuro próximo...Un abrazo pensador"

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    1. Pues no esperas poco, está muy bien y deseo que así sea. Pero pensar es gratis y vale para más cosas que para hacernos la vida imposible, y para saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, al menos intentarlo, que es muy sano.

      Mil abrazos.

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  2. Clochard, ¿se puede de verdad empezar de cero? ¿Qué hacemos con los recuerdos, las experiencias, el daño que hicimos, el que nos hicieron, los temores, etc?
    Salu2.

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    1. Se trata de aprovechar todo lo aprendido para no volver a caer en los mismos errores, para vivir más en paz, para darle importancia a lo que realmente lo tiene, o al menos intentarlo.

      Salud.

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