miércoles, 10 de abril de 2013

Ensayo - error.





A poco que uno salga de su rutina habitual, la de cada día, la de la comprar el pan o el periódico, es asaltado por minúsculos sucesos que se enredan en la convivencia y la enriquecen, la transforman y le aportan un aire de invitados recién llegados que amenizan el monólogo interior; y si de lo que se trata es de una vivencia ordinaria, con olor a obligación, hacemos lo indecible por desplazarnos con la imaginación hacia el lugar en el que sea posible suponer algo más divertido, poniendo en práctica un mecanismo de defensa que, cuando rebosa el vaso de la paciencia, puede ser suplantado por la cívica argumentación del descontento. Lo ideal sería prescindir de la resignación, abolirla de nuestro diccionario, pero dado que es mucho pedir, hablemos entonces y expresémonos con educada libertad.
Cuando el paseo no es de recreo, sino que de manera ocasional te lleva, por ejemplo, a un hospital, es fácil que un cierto efecto placebo de disminución de los síntomas te acompañe por el camino: una curiosa sensación, salpimentada por la magia del poder de la mente, que le aporta ese aire de levitación al acontecimiento. Cuando se llega por primera vez a un país extranjero la sensación es como la de la capacidad de absorción que tienen los niños ante mucha novedad queriendo acapararlo todo, y el aturdimiento se mezcla con la diversión, con la diversidad. Pero si te diriges a tu lugar de trabajo, y éste no te gusta demasiado, o directamente lo aborreces, piensas todo lo que podrías hacer si dispusieses de esas horas libres; aunque luego, llegado el día en el que poderlas disfrutar sin los impedimentos del obligado compromiso laboral, no se lleve a cabo dicho deseo tal y como lo habías previsto, porque vuelven a interponerse otras circunstancias con las que llenar ese hueco de otra manera que tal vez jamás se te había pasado por la cabeza: porque no se puede descartar nada, porque el azar es un factor esencial, amén de nuestro compromiso con la creatividad en manos de la tolerancia y la transigencia junto a las que el papel en blanco de lo imprevisible se vuelve deseable.
O sea que siempre estamos fabulando, trazando planos, intentando cambiar de rumbo, reinventándonos para encontrar algo aún desconocido; reconozcámoslo o no, aunque todavía hay quien se atreve a decir, en un tono arrogante y cobardemente jactancioso, que él o ella tienen los pies muy en el suelo, refiriéndose a lo ridículo que le parecen ciertas artes o maneras de expresión, dando por locos y vividores del cuento a todos los artistas, como si fuesen los propietarios de los dictámenes del comportamiento o del código deontológico de la virtud ciudadana, cuando lo que no saben es cómo explicar que se encuentran hartos de ser tan aburridos y carentes de reflexión; vamos, que no se han parado a pensar en sus propios recursos, en lo que se encuentra en sus manos, en su misma vida y en lo que únicamente ellos pueden hacer, por la suerte y gracia que tenemos los humanos de poseer cada uno de nosotros la espléndida categoría de la exclusividad: porque es inherente a la condición humana lo de inventarse cosas, mundos, situaciones y laberintos con salida para sobrevivir ante la monumental monotonía que se le presenta delante de sus narices a diario; y gracias a la aparición de estos inventos, para ir tirando, la existencia merece ser explorada en el mayor número de rincones a los que nos sea permitido acceder, consiguiendo con ello un abanico más amplio de posibilidades para poder opinar con relativa propiedad, para poder afirmar sin miedo que no sabemos nada y quedarnos tan anchos, y continuar indagando a favor de una prosperidad que nos entretenga civilizadamente hasta que nos llegue la hora.
A medida que nos pasan cosas nos imaginamos otras; queremos hacer lo que no estamos haciendo y cuando tenemos la posibilidad de hacerlo encontramos nuevos caminos para alterar, me atrevería a decir que irremediablemente, como si formase parte de los mecanismos de acción de la mente, esa situación deseada: así somos, unos culos inquietos y unos inconformistas, merced a lo cual disponemos de muchos de los avances de los que nos beneficiamos gracias al esfuerzo de otros que anduvieron antes que nosotros por aquí. A veces pienso qué hubiera sido de la humanidad sin el ensayo-error. Por eso cada pequeña mutación puede ser el primer paso para algo tras lo que encontrar lo que hacía tanto tiempo andábamos buscando. Puede que se trate de prestar atención, de saborear cuanto nos rodea, de poner los ojos en cada esquina, y el oído y el tacto, todo lo cual, por cierto, es muy fructífero a nivel literario: véase lo plagada que está la literatura de insignes paseantes y viajeros: James joyce, Blasco Ibañez, Robert Louis Stevenson, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, Josep Pla, Ernest Hemingway, Muñoz Molina, Joseph Conrad, Sthendal o Marlowe (William Shakespeare), por citar a unos cuantos entre miles: ojos avizor, retratistas maestros de sus días, irreductibles observadores y minuciosos desentrañadores del detalle con el que, mediante la ficción, tratar de explicarnos esta vida. Solo pensarlo ya resulta maravilloso; y de ahí, de esa capacidad de ensayo y razón de la que parece un milagro que dispongamos, nacen todos nuestros bienes y nuestros males, muchos de los cuales pueden ser perfectos caminos para hacernos la existencia más libre y divertida, más pacífica y constructiva, más no sé cómo explicarme, más humana.

2 comentarios:

  1. Clochard:
    Siempre hay que buscar alguna distracción para salvarnos de la rutina, que todo lo corroe.
    Me gusta leer en otros pensamientos que también me han surgido en alguna ocasión.
    A veces imaginas lo que harías si tuvieras tiempo, y cuando tienes tiempo, ya no te apetece. Que se justen gusto y ocasión, no siempre es fácil.
    ¿Qué es más fructífero, un viaje solo o acompañado?
    Salu2.

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    1. Dyhego:

      Ambas situaciones son fructíferas. Hay viajes ideales para hacerlos solo, en los que lo mas probable es que encuentres compañía, y viajes para realizarlos acompañado en los que no tener por qué descartar un pequeño desmarque para disfrutar cada cual de sus preferencias. Lo imporante es que todo fluya, y eso se ve en la cara de los viajeros, y si eso se ve el viaje será un éxito seguro, solo o acompañado.

      saud.

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