lunes, 1 de abril de 2013

La paja y la viga.








A veces quisiera uno ser como ese judío entrevistado el pasado Domingo por Jordi Évole que decía que no disponía de televisión ni de radio, de nada que le conectara con lo que existe más allá del barrio de Jerusalén en el que vive, porque dice que de esa manera se salvaguarda de escuchar lo que otros quieren que escuche, corriendo el riesgo de quedar sometido a unas fuentes de información tras las que se puede encontrar la impuesta y dudosa relación con una realidad manipulada. A veces uno siente que le toman el pelo y que después de haber leído un periódico, escuchado la radio o visto un telediario necesita hacer un esfuerzo de discernimiento que en función del cansancio puede derivar en creerselo todo o preguntarse qué parte de lo que acaba de escuchar es más o menos creíble, y en eso, salvando las distancias, me sentí reflejado en este señor judío.
Quien haya visto la entrevista no dudará de la originalidad de cuanto en ella se dijo. A mí me resultó particularmente curioso que muchas de las razones que dio ese señor tienen una saludable raíz cuya puesta en práctica no vendría mal, en su justa medida, para el resto de la sociedad. Hablo de la dedicación al estudio y del respeto hacia la intimidad de los demás, del sentido vital de esforzarse por sentirse a gusto tratando de alcanzar la autorealizacón personal. Evidentemente hay puntos de confrontación y desacuerdo, algunos que rayan lo primitivo, como el del papel de la mujer en esa sociedad y el hermetismo que subyace en la forma de vivir de los judíos ultraortodoxos: esa sensación que tiene este pueblo de que no le haya servido de nada haber salido al exterior, refiriéndose a lo sucedido durante el exterminio nazi y la Segunda Guerra Mundial,  y creer firmemente en una vida plena en el interior de un pequeño territorio, en el panorama de las cuantas calles que colindan con su vivienda y el frecuente recogimiento en la oración.
Claro que llevar las cosas a sus extremos nos impediría llegar al deseable término medio en el que encontrar lo mejor de cada postura, pero para ello conviene percatarse de que no todo se basa en hacer hincapié en lo que hacen los demás, en ver la paja en el ojo ajeno y no hacer lo propio con la viga en el nuestro, imponiendo nuestra postura como ángulo sagrado a través del cual canalizar todas las miradas; porque bien visto, a pesar de que en lo que llamamos occidente nos las demos de libres y de comunicativos, de desenvueltos con nuestros vecinos y de cordiales ciudadanos, no podemos negar que vivimos igualmete encerrados, en otro tipo de encierro que viene a ser el enclaustramiento en una incierta pesadilla cuya más evidente remedio parece encontrarse en el consumo y en el gasto de una mala leche que espanta; lo digo por aquellos a los que opinan con demasiada gratuidad al respecto de otras culturas, de otras formas de entender la existencia, porque podemos encontrar en nuestras formas muchas razones para no malgastar esfuerzos en continuar siendo tan testarudos, ya que en ellas se halla un buen ejemplo de cómo no hacerlo.

4 comentarios:

  1. Los extremos,los ultras,las verdades absolutas...¿por qué?Ni los excesos,ni las carencias fueron buenas,la virtud está en el medio...Un abrazo central!!

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    1. Así es, pero que difícil, cuánto nos cuesta ponerlo en práctica.

      Mil abrazos.

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  2. No vi el programa, aunque sí el anterior, dedicado a Palestina.
    Salu2.

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    1. Es una buena manera de estar al día de asuntos importantes. En este programa se escarba en la demagogia para sacar a la luz, de manera sencila, algo de la verdad escondida.

      Salud.

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