miércoles, 12 de junio de 2013

Travesía.




Atraviesas la ciudad a lo largo y a ancho de un kilométrico paseo en el que todo aparece como aparecen uno tras otro los fotogramas de una película, como las fotografías de una exposición urbana en la que las imágenes se hubieran propuesto romper a  hablar sin pelos en la lengua, como un repertorio de vivencias que tienen algo, mucho, en común, concatenadas por la inercia de una energía expansiva a través de la que se comunican, estando tan lejos, permaneciendo tan distantes, no viéndose la cara, no conociéndose siquiera pero sintiéndose unidas por una materia invisible que empapa todos los rincones. Miras a tu alrededor y algo te llama, te seduce, te gusta, te recuerda, te pilla desprevenido, suponiendo, inventando, investigando, quedándote con la boca abierta, anonadado y sin defensa, sorprendido, casi mudo, hasta que al acercarte  te das cuenta de que no es lo que buscabas. Te preguntas el nombre de las cosas que no tienen nombre porque no sabes cómo nombrarlas, cómo se llaman, cuál darle, cuál es, de qué forma saberlo, cómo resolver el problema a base de algún indicio procedente de la fuente de la jerga que siempre anda tan inspirada. Algunos levanta un brazo solicitando el servicio de un taxi, muy pocos, a penas unos cuantos que o no deben ser de aquí o son exiliados de las afueras que guardan la costumbre y a penas contaminan. Otros abren la mano y piden para comer, con un cartel cargado de penas a sus espaldas, como un poema, en las puertas del juzgado, en la plaza del ayuntamiento, en la calle principal, en los arrabales del cielo, en las cloacas del estado de bienestar, aquí mismo, sin ir más lejos a unos metros del mismo centro. Otros fuman impertérritos, habituados a que no suceda nada ni cosas importantes, situaciones que les saquen de quicio, con las que les lleven los demonios o venga la tele a hacer un reportaje. Los ojos se clavan en cada uno de los acentos que faltan en los letreros anunciadores de comercios, bingos, prensa, inmobiliarias, bares, farmacias, hoteles, restaurantes, apuestas, ofertas, rebajas, gangas, promociones y sábanas en las que se encuentra escrita la razón de la manifestación que acabará cortando el tráfico de la avenida. Esta misma mañana se ha procedido a un desahucio, y aún perduran las huellas del último intento en pos del fracaso de las fuerzas del orden a las que se les ha encomendado el trabajo. Un policía llora de impotencia cuando llega a su casa, otro implora con insistencia, el ying y el yang, el gordo y el flaco, el bien y el mal, la bella y la bestia, cada cual es cada cual. Hay un autobús que no se detiene donde tenía prevista su parada, y un mujer que le envía un grito de rabia, y otra que le secunda en la exteriorización del enfado, esto ya no es lo que era. El tiempo anda loco, a veces sale el sol  a la vez que sopla una leve brisa, fría, nada propia, extraña, intemporal e incómoda que da que pensar cuando se llevan muchos días sin pensar en otra cosa. Las manchas de aceite son tatuajes sobre el asfalto, siluetas de figuras imaginadas, como las nubes, como los restos de cal en algunas paredes, como el garabato de un niño, como un tipo de escritura automática. El amarillo es un símbolo que en algunas zonas cubre los bordillos, como el azul o el rojo, como el verde o el ámbar, como el negro o el blanco, una manera de decir algo en pocas palabras, de un brochazo. El mimo bromea con los niños y el anciano no sale de su asombro. Las jovencitas tienen algo de golondrinas, de aves que vuelan recreando geometrías. El agente mira para otro lado. El parque móvil se come el terreno de la gente. Atraviesas la ciudad, qué quieres que te diga.

4 comentarios:

  1. ¡Con razón se conoce a la ciudad como una "jungla de asfalto!
    Salu2, Clochard.

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    1. Si, hay de todo, bichos, animales, plantas, árboles, humedades, piedras, troncos, tormentas, gritos, cantos, truenos, rayos, sol y sombra, mala leche, pájaros, perros y gatos y el copón divino de Bullas y de la baraja.

      Salud.

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  2. Quiero que me digas todo eso y más,para que no se me olvide;que no es lo mismo ver que mirar...Un abrazo curioso!!

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    1. La ciudad está plagada de detalles. Esto no es nada, ya ves, cuatro cosas. Uno que dejó pruebas de que sabía un rato largo de ésto fue James Joyce en su Ulises. La verdad es que Huelva tiene un punto muy guapo, que ningún onubense parece ver, y otro un tanto gris, procedente del mismo complejo de inferioridad que debilita la visión de sus nativos, con el que los inviernos adquieren tintes de novela policiaca y las épocas de buen tiempo un vacío con el que resulta casi imposible pensar que el mar se encuentra a unos metros.

      Mil abrazos.

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