martes, 14 de enero de 2014

El catalejo de la infancia




De la misma manera que continuamente decidimos todo aquello que realizamos, cada paso que damos, cada centímetro en línea curva o recta que nos desplazamos hacia uno u otro lado de nuestro camino, allá donde nos mudamos o lo que nos apetece hacer en cada momento, acuciados por una curiosidad inherente a la existencia no dejamos de perseguir algo, un algo, un no sé qué: no cesamos de buscar en todos sitios, dentro y fuera del alma, en todas partes, debajo de una mesa o de una piedra, en los rincones, en los cajones y en el pasillo, en el aula, en la iglesia y en la consulta del médico, en revistas y periódicos, en horóscopos y predicciones inexactas, dudosas, falsas e inventadas, tanto da; en los pronósticos del tiempo, en las nubes, en las lineas de las manos, en el blanco de los ojos, en bolas de cristal, en cartas y en posos de café, en el qué dicen y en el qué dirán, en casa y en la calle, en cualquier reunión, en una conversación, en una mirada, en un comentario, en una pose, en un mohín, en un gesto o reflejo, en suposiciones, cábalas, conjeturas y supersticiones, en demoníacas especulaciones, en todo aquello que nos ofrezca una mínima posibilidad de sacar un dato en conclusión, un solo dato con el que poder partir de la base de una nada que nos lleve a otra nada aún mayor pero en la que poder sentir algo parecido a una absurda recompensa por haberlo intentado, como quien vuelve cansado del trabajo y se dispone a caer rendido en su colchón para disfrutar del justificado y merecido descanso, algo que nos haga merecedores del esfuerzo que constituye estar vivo y dárnoslas de estarlo, como dicen por ahí: vivo y coleando, al tanto, al loro, aliquinday, en la brecha, atentos, en todas, sin escapársenos ni una. Vamos por la vida como seres hipnotizados por el hilo de luz de una linterna que nos guía hacia quién sabe dónde, como si una senda anteriormente marcada a nuestra llegada se encontrara ahí señalándonos el camino, corriendo el riesgo de caer en esa zona de facilona y fatídica comodidad que inexorablemente nos conduce al abismo del rebaño, a hacer, como diría Nietzsche, las cosas como los demás, que ni más ni menos se convierte en una máxima sospecha que casi siempre significa hacer las cosas mal, excepciones a parte que confirmen la regla. 
Escudriñamos en nuestros bolsillos con la esperanza de encontrar una moneda que nos ayude a tener más cosas; oteamos a través de los visillos para seguirle la pista al vecino de al lado, alimentando así nuestra curiosidad sobre lo que ni nos va ni nos viene pero que incomprensiblemente no deja de azorarnos manteniendo en ascuas la llama de nuestra inquietud. Indagamos sobre las pistas de nuestra propia inseguridad acercándonos cada vez más al filo del precipicio de un no retorno que nos convierta en autómatas; investigamos en la vida de cualquiera con una insultante falta de escrúpulos y de pudor, como Juan por la casa de los demás, a nuestras anchas; exploramos el fondo del mar de los defectos de quien tenemos en frente, sin miramientos, obsesionados por la paja en el ojo ajeno, y en cambio no se nos ocurre mirar en nuestro interior, coger el catalejo de la infancia y llevarlo a nuestro yo, no a nuestro ego sino a nuestro yo, a las cercanías de nuestras pupilas, a las inmediaciones de nuestras arterias, a las proximidades de nuestro corazón, al punto de fuga de nuestro pensamiento más remoto, a la confinidad de lo que somos, de lo que como dijo Píndaro ojalá algún día lleguemos a ser.


4 comentarios:

  1. Clochard:
    Es curioso que todos hablemos de "libertad" y, sin embargo, buscamos algo en qué apoyarnos para aliviar nuestras responsabilidades.
    Salu2.

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    1. Porque somos jueces y parte, al fin y al cabo, y no encontramos mejor manera de mitigar esa sensación, digo yo.

      SALUD, Dyhego

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  2. Lo triste es hacernos adultos y dejar de lado porque socialmente no toca, la ingenuidad de pequeños, el querer descubrir, experimentar las cosas por primera vez, ilusionarse con cualquier cosa, imaginar, soñar, en fin, todo aquello q trae nuestra infancia y q a veces olvidamos y q realmente es nuestra esencia, lo q somos.

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    1. Lo que somos y a partir de lo cual creamos lo que vamos siendo sin dejar de ser; las semillas de la planta que llevamos dentro.....

      Besos, prosas y versos

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