sábado, 11 de octubre de 2014

Criticando



No anda uno a salvo de las críticas ni aún siendo un humilde camarero. Hoy en día, en nuestro afán de protagonismo, mediante esos comentarios que aparecen en la red en los que cada cual describe cómo le ha parecido su experiencia en un bar o en un restaurante, todo el mundo encuentra a mano la herramienta perfecta para la distracción y para satisfacer las ansias de su maltrecho ego viendo así su nombre, seudónimo en la mayoría de los casos, escrito en un pequeño recuadro, y atemperada su mala leche a base de un descomunal desgaste de ésta. Hace unos años, cuando internet no estaba a la orden del día, ni tanto papel cuché andaba plagando los quioscos de prensa, ni existía el daño propinado por los sensacionalistas programas actuales en torno a la cocina, que nada tienen que ver con el oficio ni con el amor por el mismo, lo bien o lo mal que lo hiciera cada casa, cada restaurante, lo iban diciendo lo gurús mediáticos de entonces, llámense Rafael García Santos, Carmen Casas, Philippe Regol, José Carlos Capel o Raimundo García del Moral, por poner unos cuantos ejemplos; gente que al fin y al cabo cobraba por ello, y que unas veces bien y otras no tanto cumplían una función crítico informativa en ocasiones necesaria para separar el grano de la paja; pero ahora, en esta incierta época en la que es patente el grado de alfabetización de cuantos colaboran aumentando el desconcierto sin criterio en el que se ha convertido cualquiera de esos foros, en los que difícilmente pueden ser leídas frases que concuerden con regularidad la premisa gramatical del sujeto, el verbo y el predicado, el menos pintado sale opinando una barbaridad detrás de otra; hasta el punto de que, y se me ha dado el caso, los hay quienes nada más entrar en el restaurante tienen la poca vergüenza de decirte que ellos son de los que luego escriben tal o cual reseña aquí o allá. Entiendo la crítica, profesional siempre que sea posible, como algo necesario para que determinados cánones se ajusten al precio cobrado, para que la calidad de lo que se espera de un establecimiento no mengue por capricho, para que se haga bien el trabajo. En cambio nunca he estado de acuerdo con la poca mano izquierda que en algún momento tuvieron algunos de los antes mencionados maestros con respecto a la realidad de alguna casa de comidas, ya que no siempre se tuvo en cuenta que de esas opiniones dependía la estabilidad económica de un equipo de trabajo entero, que pudo verse resentida precisamente por eso: por una mala crítica. Pero en lo tocante a la actualidad, al maremagno de simplezas e idioteces que unos amiguetes se escriben a otros, a la cantidad de puñaladas por la espalda recibidas de mano de la envidia, mi única opinión es que resulta descorazonador vernos envueltos en semejante desajuste de impropiedades, todas las cuales acaban resultando un fiel reflejo de uno de los males dominantes: la pura y dura incultura y sinrazón, lo mal educados que somos y estamos y el poco comedido sentido de la responsabilidad que tenemos. Qué aburrimiento.

2 comentarios:

  1. ¡Ay, las críticas! Me temo que son inevitables. ¡Y como todo el mundo tiene (tenemos) patente de corso, pues, hala, a criticar! Lo malo es que no suele hacerse una crítica veraz y desinteresada. Además, las redes sociales expanden las malas críticas a una velocidad que ya la quisiera yo para mi ordenador.
    Item más, no hay peor crítico que el dilentante aprendiz.
    Tu oficio, como está de moda con tanto masterchef, megachef, suprachef, minichef, hombrechef, mujerchef, etc, estáis en el punto de mira de críticas, cuanto más estúpidas mejor para el regocijo pocilguero de la plebe.
    Paciencia, Clochard.
    Salu2 culinarios.

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    1. Pues sí: la desinformación y el sensacionalismo, junto con las ansias de protagonismo, están haciendo mucho daño, están desvirtuando la esencia del arte del oficio, y por supuesto, están llenando de barbaridades tanto a las cabezas como a la red. Qué aburrimiento, de verdad.

      SALUD, Dyhego.

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