lunes, 17 de noviembre de 2014

Vasos comunicantes



Me atrae saber cuáles son los referentes de los escritores que más me gustan. Me entusiasma leer ese tipo de libros que cuentan historias, anécdotas, vivencias, manías, técnicas, lugares de trabajo, viajes, métodos, amistades, estilos, hábitos, cosas que tengan que ver con los creadores a los que uno admira incondicionalmente; libros cargados de datos biográficos a cerca de diversos escritores, libros que repasan diferentes épocas y sobrevuelan de un plumazo varios siglos, libros en los que siempre encuentro una razón para seguir investigando, para encontrar en ellos las pistas con las que acercarme al mundo interior de los autores, aún sabiendo que tal vez no sirva de nada, ya que ni mucho menos viene a dilucidarse el mundo interior de una persona en unas cuantas páginas, sino en el mágico binomio placer-esfuerzo que trata de encontrar las claves de una obra en la coincidencia con las de una vida y un pensamiento, con la raíz cuadrada de una educación y una ideología y un largo camino de alegrías y de penas, con la columna vertebral del relato autobiográfico en el que pocas cosas aparecen por añadidura al interés del desenlace de la narración. Me gusta hacer esto de vez en cuando como quien de tanto en tanto echa mano de un ejemplar plagado de ensayos filosóficos, como quien de tarde en tarde va al circo o al estadio, como quien de higos a brevas visita un restaurante. Indagar en los laberintos de lo que hay detrás de la presunta vida de algunos autores puede acarrear tantas sorpresas como desengaños, hasta el punto de que muchas de esas historias que se cuentan terminan siendo recreaciones no exentas de imaginación con tal de no llevar a los extremos más insospechados el mar de dudas en el que nada la vida de cualquiera. Emilio Arnau se reboza en su propia prosa adoptada de Francisco Umbral para escribirle un libro; Pedro Sorela lleva al lector desde Shakespeare hasta Saint Exupery pasando por Stendhal, Faulkner y Borges. Mario Vargas Llosa le dedica un maravilloso ensayo a Juan Carlos Onetti y dedica otro libro a recopilar los prólogos de la Biblioteca de Plata del Círculo de Lectores, entre los que se encuentran autores como Nabokov, Mann, Tolstoi, Dos passos, Huxley, Canetti y una nómina bien nutrida con algunas de las obras maestras del siglo XX. Todos ellos tienen en común eso: la cosa total, es decir la literatura; todos ellos se yuxtaponen e interrelacionan, sean de la época que sean; todos ellos, esos seres humanos con una cámara de fotos en las retinas y una buena memoria, nacieron con la divina tarea de contarnos lo que ven, lo que descubren y aprenden, lo que les rodea y les hace acercarse a nosotros mediante el texto. Todos ellos comparten el pensamiento inteligente expresado en distintas sintaxis que fluyen como un líquido entre varios vasos comunicantes en relación directa con nuestra existencia.

4 comentarios:

  1. Pero esas relaciones las ven los buenos lectores. Gracias por hacérnoslas ver, Clochard.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esas relaciones son uno de los jugos más misteriosos de la literatura. Disfruta de ellas como muy buen lector que eres.

      SALUD, Dyhego.

      Eliminar
  2. Me resulta atrayente tu forma de narran el mundo de las letras y a la vez me siento tan chiquita e impresionada que en cierta manera me siento abrumada.Creo que por más que lea no llegaré a esa visión tan subjetiva...Pero,ahí sigo!!
    un abrazo iniciado!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué exagerada eres, Amoristad. Más que nada es cuestión de atreverme a escribir a cerca de algo que me gusta mucho, con el consecuente riesgo que siempre tienen estos temas de meter la pata más de los deseado. Celebro que sigas leyendo.

      Mil abrazos.

      Eliminar