miércoles, 26 de agosto de 2015

El ritmo de las cosas


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Las cosas duran y suceden a su ritmo. Su naturaleza es marcada por el paso del invento del tiempo, por la continuidad en la que se encierran los secretos de lo que sucederá, de lo que nunca ha sido, de lo aún desconocido y tan próximo como el instante posterior al pensamiento. La paciencia cobra en estas circunstancias su más brillante papel, el de la espera que no espera nada a cambio de un golpe de suerte sino más bien del pausado acontecer de los sucesos convertidos en hechos. Así se ha ido desarrollando la historia entre los hombres, como al margen de ellos mismos a pesar de ser éstos quienes se han encargado de vivirla, de escribirla y transformarla, de moldearla a su antojo, de sacarle partido, de no tener más remedio que sucumbir a la potencia de su torrente imparable por más que lo hayan intentado. Cuando se trastoca la naturaleza se desbordan los ríos y se abre una amenazadora grieta en la capa de ozono, se multiplican las posibilidades de hacer daño a terceros, se indaga demasiado en la abundancia que persigue el ego y se acaba por deteriorar la esencia de la belleza que todo fluir contiene en sí. Así se han conquistado países y se ha maltratado a millones de personas, así se han escrito obras cargadas de proselitismo y se han edificado majestuosos monumentos, así han ido cayendo mitos y levantándose templos honoríficos, escuelas de pensamiento, catedrales, casas, alambradas de campos de concentración, murallas con objeto de dividir naciones. Así también las mentes más brillantes han conseguido descubrir el sabor del trabajo bien hecho a base de esfuerzo y de tesón, de correcciones y cautela, de miradas en su interior hasta dar con la clave, con la señal que bifurca los caminos hacia lo inimaginable pero tan cercano, hacia la salida y la resolución con la que no hubieran dado de no ser por la espera, por dejarse contemplar y atreverse a admirar las maravillas del presente continuo a base de mantener los ojos bien abiertos, sirviéndose de los materiales de la realidad, abasteciéndose de cuanto nos ofrecen los movimientos de nuestro alrededor, haciendo uso de lo justo y necesario para formar parte y no salirse del guión establecido por ese ente que está por encima de la inteligencia de los hombres, por el ente de la naturaleza, esa diosa que cada día nos da en la cara con su incólume verdad, con sus lecciones maestras, con su código de barras dentro del cual se haya la ecuación de la genética que lo engloba todo y ante la que resulta peligroso ponerse a discutir. Dentro de la nada se encuentra todo. Es como ese cántaro hueco del Tao del que no dejan de salir pensamientos, como el aire que nos llena los pulmones, como las flores que se marchitan y renacen, como el ciclo de los días, como el agua que se escurre entre las manos.

2 comentarios:

  1. Lo malo es que no tenemos la suficiente paciencia para dejar que las cosas sucedan a su ritmo.

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  2. La paciencia es una virtud de cuyos resultados podríamos llegar a sorprendernos.

    Salud, Dyhego.

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