sábado, 5 de septiembre de 2015

Lecturas pendientes



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Una de las cosas más comunes entre quienes leemos es tener iniciada la lectura de más de una obra al mismo tiempo. Algunas de ellas son provisionalmente abandonadas por el fervor que nos causan otras cuya continuación nos resulta irresistible. También sucede que le damos de lado a un libro por no encontrarnos demasiado cómodos, porque todavía nos falta experiencia de lectores, cultura, bagaje, comprensión de vocabulario y ese tipo de matices que nos aportan la suficiente soltura como para que dé gusto enfrentarse a un texto con la seguridad de que de él extraeremos mucho del jugo que lleva dentro, releyéndolo, apuntando ideas en un cuaderno, subrayando algunas de sus frases, escribiendo notas en los márgenes o a pie de página. Puede que pasen meses, años, hasta que volvamos a tomarle el pulso a esos libros que quedaron aparcados, como si una suerte de instinto nos avisase de cuándo es el momento. Es entonces cuando comprobamos el beneficioso efecto que nos han causado todos esos ejemplares que se encargaron de sustituir a los que quedaron sobre la mesita de noche o sobre ese estante que se va pareciendo a una familia de volúmenes en lista de espera. Libro que no has de leer déjalo correr, pero dale una oportunidad. También nos pasa que tenemos demasiadas asignaturas pendientes, muchos autores de los que o hemos leído muy poco o no hemos leído nada, y con a penas una serie de reseñas a cerca de sus vidas y sus obras nos vamos haciendo una idea, que luego no tiene nada que ver con lo que nos encontrarnos al tratar de descubrirlos. Es esa otra de las maravillas del hábito de la lectura: la aventura del continuo descubrimiento, la amplitud del universo, la innumerable cantidad de voces de las que podemos echar mano, las diferentes maneras de ver las cosas escritas de una u otra forma, la prodigiosa posibilidad de poder viajar desde el sillón de casa o desde la silla de la biblioteca a otros países y continentes y galaxias, el privilegio de vivir más vidas dentro de esta que tenemos. Hay pocas cosas tan placenteras como saber que un montón de nuevas reflexiones nos aguardan, como puestas en bandeja, cada vez que nos disponemos a abrir un libro que hacía mucho tiempo deseábamos leer, con esa impaciencia propia de los que no necesitan una bolsa en la que meterlo cuando lo acaban de comprar y comienzan justo allí, en la librería, a sumergirse en el océano elegido para desatender durante unas horas la constante incertidumbre del mundo. La misma satisfacción se experimenta a partir del momento en el que una de esas lecturas que parecían desterradas y olvidadas nos engancha y nos permite el lujo de conocernos más a nosotros mismos.

2 comentarios:

  1. Hay libros que se aparcan indefinidamente. A otros se vuelve con frecuencia. Otros se resisten. Lo bueno es saber que están por ahí y en un determinado momento, zas, los coges y los lees.

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