viernes, 18 de septiembre de 2015

Políticamente incorrecto




Resultado de imagen de falta de espíritu

El dinero que a algunos le rebosa en los bolsillos es un mal endémico que amenaza con constituir el virus de la peste moral de la existencia y el peor de los ejemplos a seguir para conseguirlo caiga quien caiga. Todo por dinero. Sin dinero no vas a ninguna parte. Comisiones, fianzas, préstamos, chantajes, deudas, compras, ventas desorbitadas, chanchullos. Escribo bajo los síntomas del nerviosismo y de la indignación, quién sabe si a punto de mandar a freír espárragos mi puesto de trabajo. Escribo harto de estar harto de esa gente que va por la vida de gorra, de gañote, de válvula, por la cara, a costa del esfuerzo de los demás, sin reparar en el sacrificio, en el trabajo de cuanto supone poner un escenario en marcha, adecentarlo, pulir sus detalles, sacarle brillo, nunca supervisar lo suficiente, seguir pensando, echarle muchas horas, reflexionar, llevarte los problemas a casa, crear una atmósfera adecuada para cada situación, tratar de repartir felicidad, buscarte la vida dando lo que tienes a cambio del sencillo gesto del agradecimiento. Me refiero, a sabiendas de no ser políticamente correcto, a esos tipos y tipas monas con aspecto de modelos, pero con una recalcitrante falta de saber estar, que se presentan en el restaurante y por el mero hecho de pertenecer a tal o cual agencia se creen en todo su derecho de hacer momentáneamente de la sala su feudo a la espera de que se le ponga una alfombra roja: no tienen suficiente con que la casa les llame para acudir aquí y ver cómo y qué hacemos, sino que son ellos ya los que reservan una mesa, acompañados de sus cónyuges en una noche de gorroneo, ni si quiera de trabajo, añadiendo la importancia de su visita, como si fuesen alguien, como si fuésemos tontos, como si todo esto fuera lícito, y cuidado con lo que haces, pasándose por el forro de sus pocos escrúpulos la consideración hacia sus semejantes. Qué aburrimiento. No pretendo pasarme de listo, pero no me apetece tener ni un pelo de tonto. Hay que tener muy poco miramiento para con el entorno, y para con la empresa en la que trabajas, para ir por el mundo de esa manera sin una simple tarjeta de visita que te acredite como fulano, o fulana, de tal. Hemos llegado al punto álgido de la desvergüenza, como el caballo de Atila. Las amenazas siempre han sido el alimento de las almas pobres, y de almas pobres anda el planeta lleno, por eso hay tantas guerras y no nos miramos a la cara al cruzarnos con un vecino. Dime cuánto tienes y te diré cuánto vales, quién eres, a dónde vas. Dime cuánto me vas a dar y ya veremos. Dime tu nombre en forma de dígitos y me caerás más o menos bien. Dice Sabina en Pobre Cristina que era tan pobre que no tenía mas que dinero, pero hay una manera aún más triste de ser pobre que consiste en ser pobre de alma, de espíritu, de personalidad, ser pobre de cultura y de conocimiento, carente de mundo propio, en la órbita del desamparo si no se tiene nada ni nadie a quien comprar. El estilo es algo que, como la maestría, llega con la práctica, y la falta de ganas de afanarse en ello nos lleva en ocasiones a presenciar las más dantescas muestras del comportamiento humano en lo que a humildad se refiere. La arrogancia, detestable de por sí, es insoportable cuando no es avalada por las mínimas formas de la escucha, cuando nos sentimos por encima de todo sin haber salido del cortijo. La ignorancia es el sospechosos peligro de incendio de la falsa sabiduría de los acomodados y los rastreros, de las serpientes que provocan su cambio de piel, de ahí su escasa facilidad para mostrarse naturales. Qué hartura.

2 comentarios:

  1. Estos tiparracos que describen suelen ser unos gorrones, acomplejados y "príncipes" que iban para "reyes" y se quedaron en lameculos.
    Gentuza.

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