viernes, 9 de octubre de 2015

Los desconocidos


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Ya tenemos nuevo premio Nobel de literatura. No conozco a Svetlana Alexievich, como no conocía en su día a Mo Yan ni a Thomas Transtromer ni a Alice Munro, todos ellos galardonados, todos ellos poco traducidos a la lengua castellana, al segundo idioma más hablado del mundo; claro, que de lo hablado a lo escrito va un trecho, como va una considerable distancia de un criterio a otro en una reunión de dos, de lo cual deduzco que en ese nutrido cuerpo del jurado de Estocolmo la complicación a la hora de tomar la decisión definitiva crece en progresión geométrica, o aritmética, o tanto da, o sea que mucho. Encargarse del veredicto de semejante asignación debe ser una faena, porque nadie se siente a salvo de saber que para que sea uno el autor elegido ha sido necesaria una criba en la que se ha quedado el resto, que son muchos y buenos, eruditos y maestros, virtuosos, guías, faros, mentes lúcidas, grandes comunicadores, expertos, eminencias, grandes hombres y mujeres, como fueron los casos de Miguel Delibes y de Jorge Luis Borges, por poner un par de ejemplos palmarios y, por qué no decirlo, tal vez algo inducido por la sospecha de que alguna trama de raigambre literariamente política debió decidir no contar con ellos. Es difícil ponerse de acuerdo con respecto a quién y quién no ha de ser el merecedor del máximo galardón de las letras, y además son tantos los candidatos que resulta casi una quimera pararse a realizar un pronóstico; se trata de algo así como una quiniela, porque al fin y al cabo es uno por año y muchos los que podrían llevárselo. Con esto de los premios pasa lo que pasa con la devaluación de tantas y tantas cosas importantes: que de tanto darle vueltas a lo mismo se acaba hartando uno, saturando, por la costumbre de querer encontrarle tres pieles al gato cuando solo puede, a lo sumo, tener dos, y algunas veces, y por aburrimiento, acaba uno haciendo algo por el mero hecho de no haberlo hecho antes, por la tendencia a la innovación, por salir de la rutina, por no decir que no. Otra aparición que para mí resultó curiosa, debido a mi ignorancia, fue la de la concesión en 2013 del premio Cervantes de las letras a la escritora mejicana Elena Poniatovska, porque de ella a penas se habían publicado en España dos o tres obras. Aquello me llamó mucho la atención; cómo podía ser que en la cuna de la lengua española no se tuviera una constancia más evidente y familiar de todos los referentes literarios de nuestro idioma. Interviene aquí también el negocio de la industria editorial, digo yo; lo que se firma y lo que no en los despachos; lo que se vende y lo que no interesa vender; lo bien o mal que se caigan unos editores y representantes con otros, por el interés te quiero Andrés, vuelvo a decir yo, en fin eso, de lo cual no tienen la culpa los grandes autores por desconocidos que algunos nos puedan parecer. Al menos, con esto de no conocer a determinados autores, ni haber si quiera oído hablar antes de ellos, hasta el momento en el que son reconocidos con la medalla de la máxima condecoración académica de las letras, tiene uno la posibilidad de adentrarse en nuevos caminos por ser explorados, y siente uno también la duda y un tanto la pena de que estemos tan poco al tanto de quién es quién por culpa de un abigarrado panorama de telebasura y de bazofias mediáticas a doquier.

4 comentarios:

  1. Hablando de telebasura:Vargas Llosa e Isabel Presley tienen "un hacer".¡Me encanta!Y referente a la premio Nobel de este año,no tengo el placer de conocerla pero,a hecho unas declaraciones en contra del régimen de Putin.¡Ya me gusta!
    Un abrazo cotillero!!

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    1. A mi también me gusta esto de esta escritora; habrá que leerla. Me alegro de que le hayan dado el Nobel a semejante mente lúcida.

      Mil abrazos

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  2. Intentaré leer algo de esta señora, Juan Carlos.

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    1. Yo no he leído nada de Svetlana Alexievich, pero siento cierta curiosidad.

      Salud y buen lectura, Dyhego.

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