lunes, 18 de enero de 2016

A mí que me registren


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Entre tanta confusión y transfusión de veneno por sangre que nos endilga el devenir de las circunstancias, entre tanto desconcierto generado por las nuevas generaciones de afectados por el virus de la locura insana y todopoderosa que se adhiere a las pupilas y a las vértebras y a las venas del corazón y a los caños por los que transcurre la savia de las plantas más nobles, que hasta con eso pueden las bombas de la ira, de la enfermedad del plasma del agobio y la letanía de las sepulturas andantes que actúan como hormigoneras que trituraran los ánimos del prójimo, entre tanto desaliño y desilusión y desengaño y desgana y desconcierto y todo lo que empiece por des después de todo, entre tanta vertiente hipócrita y desmedidamente incoherente y cobarde y barruntadora de los peores pensamientos que solo traen hambre espiritual debajo del brazo y mucho miedo y mucho odio y mucha cosa mala y maltrecha y bueno está porque no hay nada más antiartístico que las demostraciones de cobardía, entre tanto rascacielos y tanta pantalla y tanta tecnología y tanta esfera rota y desperdigada y mal trazada y así todo seguido hasta el final de los finales que acabe por darnos por vencidos de tanto cansancio como llevamos acumulado, entre todo esto y mucho más que ya es decir aunque cabe porque son anchos los cuatro costados de la ofensa al género humano, como digo, entre todo esto que es una faena y una farsa y una comedia en ciernes y un querer y no poder y además no darnos la gana, están todas las personas con las que se conjuga un verbo, todas, en singular y en plural, individualmente y en colectivo, al unísono y por separado, como hormigas y como serpientes, como buitres y como palomas, como gaviotas y elefantes y lobos y zorros y osos y ratones de biblioteca y perros de Cervantes y gatos azules; flora y fauna, cristales de Bohemia y asfalto, adoquín y albero, sangre y fuego, agua y tierra, aire y copos de nieve, lazos que engullen y apenas digieren pero engullen que es a lo que vamos para no andar perdiendo el tiempo. Entre lo que iba a ser y la mierda que ha sido hay una distancia considerable, una separación, unos kilómetros de distancia mental, un intelecto que se acuerda de las consecuencias de la cuerda floja y del retiro de los poetas cuando ya no pueden aguantar más miserias mezquinas e incautas que dan al traste con los miramientos a los que se suele recurrir en estos casos, cuando no quedan islas para naufragar, para que el agua no llegue al techo, para que la porquería no salpique, para que el huracán sea resistido con dignidad y con la valentía que adorna el orgullo sano de los hombres, para que la indolencia no nos coma el terreno y nos fatigue hasta la extenuación de los órganos vitales, para que la auto indulgencia se olvide de nosotros y no se aproveche de nuestra debilidad ante el halago; hay una barrera infranqueable para el irrecuperable pasado, por eso y menos mal todavía estamos creyendo que aún es de día, que merece la pena levantarse del suelo y comer raciones en los bares e irnos de parranda para que se nos olviden los berrinches de la masacre a cuerpo abierto; esto, oiga, esto es una cosa, una cosa grande, estruendosa, mórbida, excesiva, glotona, edificadoramente chunga, pero ahí se queda, lo demás con su pan se lo coma, usted, y se lo coma cada cual, y a mí que me registren porque ya está bien de tanta tontería y porque como decía Emerson hay que saber mantener la calma de la soledad en mitad de una muchedumbre.

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