jueves, 7 de enero de 2016

Vista cansada


Resultado de imagen de la sociedad de la transparencia

Va sintiéndose uno ya muy harto de que estemos hartos, fatigados, hastiados, indefensos bichos mortales que viven por costumbre, por pereza, por necesidad automática, de decir que esto es un desastre. Ante el ensayo con una bomba de hidrógeno que ha hecho temblar la tierra como si de un terremoto se tratara los medios de comunicación hablan de un posible ensayo, como si en Corea se hubieran querido tirar un farol, como restándole importancia para que nadie se amedrente más, o menos, de lo que está. Lo peor de todo es que estamos acostumbrándonos a mirar para otro lado, estamos adquiriendo la fatal habilidad de no hacer caso, de restarle importancia a los cruciales asuntos de la destrucción; tanto es así que de los noticiarios se ha desterrado aquello de que las imágenes que vienen a continuación pueden herir la sensibilidad de algunas personas; la sociedad de la transparencia tiene estas cosas, este morbo, estos entretenimientos, esta manera tan macabra de deshumanizar, de procrear parásitos que sigan el rastro de la zanahoria que pende de sus mismos cuellos. La parálisis cerebral de la falta de ganas por pararse a analizar las cuestiones que nos enredan está haciendo mella en todos lados, en todos los ámbitos, en la vida misma y en cada uno de sus bellos rincones, en nuestras relaciones, y ellos lo saben, ellos, los grandes capitanes, y lo consienten porque les da exactamente igual que al día siguiente de haberse muerto se funda la tierra, porque les interesa que se confunda el análisis con la crítica machacona que merma aún más las posibilidades de un plan organizado y civil, por derecho, con acuerdos, con decisiones inteligentes, con sentido común, con aspiraciones a un mundo mejor. El planeta es como un colosal mosaico de fantasmas que van y vienen sin saber a dónde, condicionados por el miedo, por las prisas, por el desasosiego que propicia un auténtico ensayo sobre la ceguera, un éxodo común atravesando las avenidas del pánico que se ahogan tras el descalabro de una patera o que saltan por los aires en busca de un paraíso ganado gracias a la inmolación en nombre de un Dios que ya no sabe uno si es que se está riendo de nosotros. Y en estas estamos mientras el tiempo pasa, el tiempo del que disponemos para tarde o temprano, y antes de que demos nuestro brazo a torcer convenciéndonos de que no hay arreglo, hacer algo que nos permita recuperar la vista perdida por cansancio. Perdón por la tristeza.

2 comentarios:

  1. Si, a veces cunde la desesperanza. Supongo que hay aceptar estos momentos de bajón. Luego, como Sísifo, nos ponemos en marcha y empujamos la piedra. Una y otra vez.

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    1. Volver a empezar, y si es posible sin cometer los mismos errores. Aceptar, asumir, la realidad es el crudo trámite por el que hay que pasar para seguir creciendo.

      Salud, Dyhego.

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