sábado, 26 de marzo de 2016

De nosotros depende


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¿Habrá algo más bonito que dirigirse uno a su trabajo, paseando las calles como se saborea el agua en la boca, masticándolas con la mirada, haciendo suyo el presente que consiga desprenderle de la empecinada actualidad en modas y disfraces, en contrabandos pasajeros, en noticias que se solapan, en mitos desmitificados a los diez minutos de su aparición? Nos falta esa parte esencial que define a los hombres en humanos, que los transmuta en realmente inteligentes, en gentes de paz que piensan en sus cosas esculpiendo el egoísmo que se necesita para poder repartir felicidad, hablando de España, ahora me ha dado por hablar de España; nos falta hacer las cosas con un toque de altruismo nipón, con esa desinteresada frecuencia de lo reglamentado en beneficio de la comunidad; nos falta el gusto por el sano ejercicio de la creatividad en pos de la convivencia, y aquellos que logran alcanzar un mínimo grado de interés en estas frecuentemente catalogadas de locas lides corren el riesgo de ser la Kawasaki en el cuadro de El Greco de la canción de Joaquín Sabina. Se va dando cuenta uno de la importancia del tiempo a medida que pasan los años y empieza a comprobar que lo que fue en uno empieza ahora a ser en la vida de los que en este momento son lo que uno era, en esos jóvenes con ganas, vírgenes de fracasos, blindados contra los incendios del alma, convencidos de su vocación, y empieza uno a sentirse un poco más lo que fue gracias a ellos. La satisfacción de compartir el día a día de mi profesión con personas que se interesan por el desarrollo de los acontecimientos basando su alegría en el esfuerzo que se ha desvinculado del complejo del sufrimiento es la vitamina que adereza mi café, la voluta de humo pensativo de mis cigarrillos mañaneros, la fuente de inspiración de la que se nutre mi confianza, el orgullo de mis canas, el aliciente de mis jornadas, la flor que no se marchita en el ramo. Una de las cosas que también aprende uno con el paso de los años es la importancia de no cesar en el intento de compartir lo que sabe para poder seguir aprendiendo, dando paso así al fomento de la creencia en las ideas, bebiendo de la botella siempre abierta del fluir del pensamiento de los jóvenes, viviendo a lo ancho como dice Paco Ortiz. Un país tan rico como España, tan artístico y soleado, tan iluminado por las ciudades de la gracia, tan lleno de historia y de mezcolanza de pueblos, tan cruce de caminos, no puede consentirse permanecer anquilosado en el fraude de la mediocridad, en el freno de los miedos, en la contaminación y la toxicidad de la desidia que deviene de todo punto que parte de la base del fracaso debido a la poca creencia en nosotros mismos. Un país como España no puede permitirse la ignominia de una clase dirigente que se parece al parlamento de San Camilo 1936, porque hay una multitud de jóvenes con sus bujías encendidas deseando darnos lo mejor de ellos mismos; y de nosotros, de los que ya hemos sido vencidos en más batallas que Aureliano, el menor de los Buendía, depende. Ahí lo dejo.

3 comentarios:

  1. Si, depende de que depende....de según como se mire, todo depende

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  2. Casi que tiro la toalla. Los españoles somos incorregibles. Somos incapaces de hacer nada que beneficie al prójimo. El ejemplo más palpable es la suciedad de las calles.
    Salu2 descorazona2, Clochard.

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    1. Ánimo, Dyhego, mientras hay vida hay esperanza, al menos por nosotros que no quede.

      Salud.

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