miércoles, 10 de agosto de 2016

No ser lo que parece


Resultado de imagen de ser o no ser

Vuelvo a la misma terraza en la que hace unos días encontré el recuerdo de otro lugar en el que disfruté de la compañía de los libros y de la libertad de mirar las cosas a mi antojo imaginándome el mundo a mi manera, vuelvo con la seguridad de que en este sitio puede uno sentirse a gusto y solamente en conversación con lo que sucede delante de sus ojos, al otro lado de sus oídos, detrás de las máscaras y los antifaces de la gente que pasa y que a uno se le figuran representaciones de las diferentes formas de una toma de conciencia basada en esa perpetua lucha entre la liviandad y la pesadez, tal vez influidos aún de manera automática e inconsciente por la insoportable levedad del ser que magistralmente desarrolla Milan Kundera en esa novela que le atraviesa a uno las vísceras hasta llegarle al corazón, a la razón de ser de la insoportable levedad del ser que en uno habita como habita en todos los ciudadanos de este mundo en el que compartimos espacio, en este occidente, en esta continua lucha por ser y no ser o dejar de ser, la vuelta de tuerca de las dudas, la decisión que se encuentra con un callejón aparentemente sin salida, la puerta que se convierte en ventana y viceversa, la resurrección del instante y el volver a empezar con nuevos planteamientos que como en el mito de Sísifo acabarán por volver a subir y bajar la montaña con el peso de una roca a cuestas, con el peso de suposiciones y manifestaciones exactamente inexactas. Oigo a mis espaldas el ruido de unas obras que se están llevando a cabo en la fachada de la universidad, martillos perforadores y palas, caños de arena que bajan por un tobogán de descarga, golpes realizados con la cadencia obrera del ahínco de unos hombres por llevarse un plato de comida a su casa; escucho también una música que parece que haya sido puesta para en cierta forma atenuar el intermitente estruendo de las piedras y los ladrillos de la obra; escucho un violín que se acomoda a diferentes ritmos, que se adapta como un guante a la mano de un vals y de un tango, de un blues y de un repetitivo soniquete que irrumpe y a las primeras de cambio hace que el violín se transforme en otro instrumento; uno de esos discos de fusión en los que el mestizaje de la música ha ido desde la cámara a la orquesta, desde la banda al cuarteto, desde el grupo de barrio que ensaya en un garaje al escenario de un auditorio. Ahora me pongo a escribir y me percato de que a lo que más se parece esto últimamente es a un diario, como cuando en los veranos del colegio se proponía uno la lectura de ciertos tebeos y la escritura del resumen de cada uno de sus días; existe por lo tanto el retorno, no sé si eterno o no, miedo me da pensarlo para no caer en el absurdo de la falta de consistencia de las cosas de las que de antemano ya se sabe lo que serán, pero si que opto por una nueva visión, por no creerme nada que tenga visos de premeditación y me aferro a la diferencia, a la distancia entre lo conocido y lo por conocer, a las apariencias que sorprenden, a lo distinto recién descubierto, como esa música que suena y al darme la vuelta para buscar los aparentemente escondidos altavoces compruebo que no existen,  que no son tales, que nadie ha puesto un disco, que las armonías improvisadas y acopladas a esos ritmos que se superponían unos sobre otros cada tres o cuatro minutos son en realidad el virtuosismo de un humilde músico cuyo escenario se resume en un bafle y en un sombrero a la espera de unas cuantas monedas a cambio del antibiótico sonoro que ha tratado de interponer entre los ruidos de la obra y el silencio del poder de sus composiciones.


2 comentarios:

  1. Tendemos a actuar rutinariamente, y a veces, incluso, como los demás esperan de nosotros. Está bien actuar de forma que despistemos a los amigos o a los conocidos. Para romper la rutina. A veces es difícil. Pero es bueno intentarlo.

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    1. A mi lo que más me seduce es comprobar la vida que hay detrás de la vida, lo que no se ve, lo que se supone, lo que se tiene que descubrir.

      Salud, Dyhego.

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