jueves, 1 de septiembre de 2016

Lluvia de ideas


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En cada novedoso gesto que uno encuentra dentro de la continua transformación del presente, en el serpenteante camino de las fabulaciones, en el abanico de matices que colorean los cabellos de las damas que embellecen el paisaje urbano; en la actualidad que viene a ser algo muy alejado de la premeditada cosificación de lo imperante y no quiere ser nada más que eso que hace que cada día  sea diferente, moldeable, bailable, vivido, atravesado por la espada de las agujas del reloj de las experiencias que van pasándose el testigo; en cada recién descubierto detalle de una fachada, de un mosaico, de una vidriera, de una de las revueltas de la Alfalfa; en las esquinas y en las juntas que sellan los adoquines del barrio de Santa cruz dibujando contornos parecidos a los de de las figuras de las nubes y a los de las manchas de humedad tatuadas sobre el techo en el que se nos clava la mirada; en lo que dicen quienes están sentados detrás de mí en el vagón del metro que me lleva desde la Puerta de Jerez hasta la Gran Plaza, en el libro que está leyendo la joven a la que nadie ni nada le sobra ni le falta ni le molesta, absorta en su ensimismada dedicación, buceando en el reino de la voz del autor cuyo nombre busco con ansia y disimulo cuando en una curva ella se mueve y deja entrever la portada; en el agua que nos rocía el cuerpo todas las mañanas, en el cepillo de dientes que trata de desincrustar el sarro de los enfados y en el espejo de las almas que quieran mirarse en la ley del espejo; en lo que sucede alrededor de la mesa en la que disfruto de Milan Kundera y de las tostadas regadas con oro líquido mientras en la Alameda de Hércules la vida pasa y van dejando rastros de luces y sombras los cuerpos a los que les invento un semblante sin distraerme de la página; en la abultada mochila en la que el clochard deposita su patrimonio y su orgullo de Diógenes; en la doctora que me atiende y que me receta las cápsulas prescritas por su juramento hipocrático, en lo que acaba de suceder en la sala de espera; en todo ello está la literatura, en todo ello habitan los personajes y las metáforas, los ambientes, los silencios y las pausas. En el olor a tela, cuero y piel de los puestos de la Plaza del Duque que forman minúsculos zocos en pleno centro de Sevilla; en las prisas con las que un peatón se salta un semáforo y atraviesa un paso de cebra; en la reiterada melodía del trayecto camino del trabajo y en las diferentes tonalidades que pueden llegar a adquirir los rincones bautizados por la costumbre; en la gorra del turista y en la Lulú de Baroja que me atiende en una papelería de la calle Sierpes; en el músico y sus monedas y su sombrero, en los jóvenes que me quieren hacer una encuesta; en las gigantescas letras de las terceras rebajas, en el código de barras que no es detectado por el hilo rojo del rayo láser ante la impaciencia de una cajera; en la alegría de ver crecer las macetas del patio; en los vetustos álbumes del Jueves de la calle Feria, en sus doctoradsos chamarileros en gramática parda; en el bar de la esquina que siempre ponen cerca de tu casa, en las copas de las que no sabemos qué hubiera sido; en todo ello está la literatura, lo que se anota y se pierde, lo que después no se puede recordar, lo que da pie a que eche la imaginación a rodar, la treta del verso, la parábola de la subordinada, el diálogo entre las cosas y la mente; en todo ello está la cuenta corriente de lo que se cuenta después de haberse quedado uno en blanco, en esa lluvia de ideas que ordena sus gotas y las mete a todas en un charco que refleja el interés y la intención de las pupilas, en un lápiz y en un cuaderno, en un teclado alborotado por el ruido de sus teclas.


2 comentarios:

  1. Siempre quedo admirado de tu capacidad para ver más allá de las caras de la gente y de las casas.
    ¡Deberías patentar esa capacidad!
    Salu2, Clochard.

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    1. Gracias por este tipo de comentarios porque la verdad es que lo animan a uno a proponerse ponerse, de una vez por todas, manos a la obra.

      Salud, Dyhego.

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