jueves, 13 de octubre de 2016

Cerrazón


Resultado de imagen de complejo de inferioridad
 
No es la primera vez en mi vida que se me echa en cara mi gusto por la cultura; en ocasiones el más firme de los ataques pude suponer una autodefinición del atacante con respecto a su complejo de inferioridad, esa fuente de la que según Césare Pavese emanan todos los pecados y que muchas veces se puede confundir con la ambición, a su falta de sensibilidad y a un orgullo fundado en la imposición de su criterio sin más explicaciones que las que no se dan. Cuando alguien se cierra en banda y se acoraza en la sinrazón del ególatra hábito de levantar la voz, empieza a demostrar todo aquello por lo que se encuentra en ese estado de pobreza espiritual de cuya toxicidad conviene mantenerse al margen y lo más lejos posible. Es habitual en ese tipo de personas acostumbradas a ejercer su falso liderazgo mediante la imposición del miedo estar convencidos de que el resto debe pensar automaticamente lo que ellos piensan sin atreverse a cuestionar ninguno de sus planteamientos carentes de argumentaciones que los sustenten. Es tal el vacío, que se para uno a pensar hasta qué punto tiene nadie derecho a ejercer su autoridad con un despotismo atroz enmascarado de preocupaciones, y de esa manera de falsear la realidad a base de mentiras con el propósito de hacer daño. En una sociedad en la que ya se está convirtiendo en un tópico eso de que será la primera vez en la historia en la que la generación venidera vivirá peor que su antecesora parece que se nos olvida que el respeto por el conocimiento de los jóvenes es la única manera de prepararles para que ese tópico cuente con las herramientas necesarias de la futura salvación, llegados a este punto, en la que consistirá uno de los más grandes proyectos de la civilización. La impotencia que pueda sufrir una persona por no querer reconocer que no todo lo da la experiencia es directamente proporcional a la ceguera que sufre, a no querer ir más allá de la forma en la que ve las cosas, no acercándose a la riqueza de los contrastes, a la pureza del descubrimiento, a la convicción de que si hay algo en la vida que no se deja de hacer es precisamente aprender, y eso también lo da, o debería darlo, la experiencia, como para pararse a reflexionar en la cantidad de posibilidades de las que hoy disponen los jóvenes para poder hacerle frente a un porvenir con pan duro en el cajón, según los profetas del mando a distancia y de la hipnosis de la televisión, del cinismo como prueba suficiente con la que refutar cualquier teoría de la evolución intelectual, porque una de las especialidades de todos aquellos que no pueden admitir que haya alguien que permanezca en la fe que ellos han perdido es la de abonar el terreno de minas, de piedras y rencores, de maledicencias y juicios infundados, que son precisamente una de las piedras angulares de la cerrazón que después desemboca en callejón sin salida, en carencia de referentes, en faros que o no alumbran o alumbran tan mal como para desviar la perspectiva del correcto camino a seguir. Va estando uno ya acostumbrado a este tipo de ofensas, a esos comentarios de burla que emiten quienes se han convertido en observadores frustrados por el mero hecho de no quitarse de la cabeza que están de vuelta de todo, tal vez como reflejo de una descarga del subconsciente diciéndoles precisamente lo contrario. No he encontrado en mi vida mejor sensación que la del amor, ni peor que la de la  ira y el odio; no he encontrado mejor motivo para seguir adelante que el de la unión con la que se hace la fuerza de los que creen en lo que hacen. No deja uno de sentirse un privilegiado en esta montaña rusa de las relaciones laborales al comprobar que cuenta con el apoyo de un equipo joven, muy bien formado y valiente, de esos a los que por tener las ideas claras el mundo se les abre a su paso.

2 comentarios:

  1. Mala cosa es creerse por encima del bien y del mal, saberlo todo y estar de vuelta de todo. Mala cosa.
    Salu2 buenos, Clochard.

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    1. Hay que luchar mucho, contra viento y marea, en este mar, en este caos de incongruencias.

      Salud, Dyhego

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