domingo, 9 de abril de 2017

Templanza



La luz de las tardes que se alargan hasta casi las diez de la noche lo devuelve a uno cada año a una especie de felicidad vespertina que cada día encuentra su momento en esos instantes en los que todo le viene bien al cuerpo, cuando parece que tuviese pleno sentido el significado de la palabra primavera, en ese reguero de trances consecutivamente bellos, en el directamente proporcional al transcurrir de los minutos despliegue de tonalidades cromáticas, ya que a cada paso del cronómetro el crepúsculo se nutre de una nueva pincelada, de un tenue brochazo de color o tímida penumbra incandescente en cualquiera de los objetos que van nutriendo la panorámica del paseo; entonces reaparecen las imágenes sobre uno mismo en los recuerdos de la niñez basados en el entusiasmo de saber que podríamos quedarnos más tiempo jugando en la calle, saltando y haciéndonos polvo las rodillas, corriendo y volando sin alas en las nubes de una libertad de la que no éramos conscientes, a las canicas, al trompo, a los cromos, al arroz cocido, a la lima, a lo que el primero de nosotros se inventara, con esa desmesurada recurrencia a la imaginación que nos hacía ser los poseedores de la mayor de las riquezas: la de la ausencia de responsabilidad y de maldad, la de tener la vida por delante y el mundo para ser comido por nuestras ansias de aventura. La infancia es la etapa donde se demuestra que la genialidad está íntimamente relacionada con la ingenuidad. La luz y su misterio, y su fuerza, y su duende, y sus huellas de sedosa luminosidad etérea y liviana y transparente como de cuento con final feliz sostenido en el azúcar de la fuerza interior de nuestros corazones; la luz y sus destellos que nos hablan haciéndonos partícipes del paso del tiempo en ese poco a poco en el que consiste el gota a gota con el que se va entrando en la noche casi sin darnos cuenta, porque el recorrido que en estas fechas hacen las sombras proyectadas por la mano de la luz es de la sutilidad propia de los grandes relojes de arena cuyo hilo cae muy fino y muy despacio, muy en una dimensión casi aparte de los sucesos, a su aire, a lo suyo incrustándosenos en el alma, no dejando que se nos olvide que lo que sucede es fruto de la imaginación que la primavera nos impone como realidad, y que nos conviene tener en cuenta la fortuna de aquello que nos queda sano y alerta de nuestros cinco sentidos; es entonces cuando sentimos que estamos preparados para percatarnos del más diminuto de los granos de la duna latente y movediza de la belleza, cuando mejor que nunca podemos decir que el tiempo pasa a su amor; no antes, eso sería devaluar la certeza de que lo sublime existe, de que hay mucho de bueno y bonito delante de nuestras narices aunque nos neguemos a mirarlo, a escrutarlo, a hacerlo formar parte de nuestro haber regalado por la Naturaleza. La Primavera tiene todos los ingredientes para organizar bien los días, para hacerle un repaso a la agenda y no dar ningún proyecto por imposible, empujados como por un impulso de esperanza encontrado en la paleta de colores del ambiente; parece como si la predisposición que encuentra el cuerpo para aliarse con la mente naciera de la potestad de una divinidad, de una Musa bisílaba, de un astro o ente o rey de la intuición que insuflara el efecto de la proyección positiva sobre nuestros pensamientos. Quedarse hasta muy tarde en la calle, paseando o sentado en una terraza, o sencillamente darse el gusto de salir de casa, a esas horas en las que la oscuridad es muy distinta a la del invierno, para ir a tirar la basura mientras se fuma uno un cigarrillo, acercándose en zapatillas de paño hasta la esquina en la que se encuentra el contenedor más cercano, son placeres que se nos despachan en bandeja ahora, en estos meses de marzo y abril y mayo, en esta templanza retocada por una leve brisa que una vez alargada se asemeja a un orgasmo vital con el que se rejuvenecen las arterías y los vasos sanguíneos riegan las flores del alma.

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2 comentarios:

  1. Clochard:
    las tardes crecientes son una maravilla. Sobre todo si la atmósfera está nítida.
    Todo un espectáculo de colores suaves.
    Salu2.

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    1. Es un lujo vivir en una ciudad como esta para disfrutar verdaderamente de lo que significa ese despliegue de colores de la Primavera.

      Salud, Dyhego

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