lunes, 12 de junio de 2017

Miedo


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Miedo a que descarrile el tren de la coherencia, a que la sustanciosa indolencia de quienes comen y callan siga abrazándose a los mástiles de la igualdad como tapadera; miedo  a  que nunca me dé por esperar las flores de la transparencia que devienen de un tránsito inhóspito; miedo a la muerte en el momento en el que aún me quede algo que decir, aunque solo sea decir que tengo miedo, miedo con mayúsculas una detrás de otra;  miedo a la libertad atrincherada en el redil de la mascarada, al fino hilo que separa la confianza de la acusación sin pelos en la lengua, retraída y maltratada por las serpientes de la buena o mala conciencia según se mire; miedo a ser el preso de Caín, a estorbarme a mí mismo en la travesía del desierto, a no encontrarme ni vivo ni muerto por mucho que me busque en el álbum de fotos de lo que quede de mi ausencia, a olvidarme de mi sombra y a que me enchironen en un desguace; miedo a perder la libertad, a envejecer sin dignidad, a no ser capaz de atarme los cordones; miedo a las cartas del fiscal de los malos recuerdos, al infierno que supone permanecer a solas con la parca dándome la luz del día; miedo al atronador silencio con el que soñar se pueda entre las cuatro paredes de una chabola; miedo a la orquesta que desafine en el altavoz de mis paseos, a los ángeles dispersos por las dunas del Paris-Dakar de los cobardes, a los precipicios de los que no se salva uno ni por la campana, te pongas como te pongas y ahí de ti si no sabes decir que no; miedo a la brisa contaminada por los cianuros de los rencores y de los sinsabores de la almohada, a las tablets que se enchufan y en su de cibernético anzuelo chupada atrofian parte de los músculos del cerebro; miedo al trapicheo y al rifirrafe, a las lunas menguantes, al amargo sabor con el que muchas veces va uno a clase. Miedo a no querer saber nada de nadie, a camuflarme en un seto de futilidades;  miedo a que Bye Bye le diga la sangre al paseo de las Delicias del corazón, a que se me antoje como mejor lo que es nefasto, al infarto de miocardio de cuanto admiro; miedo a enmudecer por desidia, a pasarme de la raya dándomelas de listo, a no dar la talla ante quienes esperan algo de mí. Miedo a las manzanas con gusanos, a los dados que tientan a la mala suerte, al juego del escondite como modus vivendi, a cuestionarme por un momento qué estamos haciendo aquí; miedo al disfraz de presidiario y a los telediarios que mienten más que cagan, a los huracanes del diablo, a las controversias de las que siempre sale uno mal parado; miedo a eso que llaman destino y que de tanto escucharlo joder va uno y se dice qué pasa con ésto; miedo a todo lo que dándose por supuesto acaba en fracaso, y además y como propina con una buena dosis de indiferencia, porque en ella se encuentra el germen de los violentos cerrazones en banda y aislamientos; miedo a estar más sordo que una tapia, a saltar con paracaídas desde el helicóptero de la patrulla salvavidas de la mafia; miedo a verme de patitas en la calle, a tener que hacer de mi capa un sayo cuando las inclemencias sean insoportables. Miedo a la manía persecutoria, a la montaña rusa de mi subir y bajar al más puro estilo Tántalo, perdido, confundido, equivocado, nauseabundo de un lado a otro bajo una monocorde insinuación de estado de tedio. Miedo a que nos invadan las ratas, a que se quede en celofán de radiografía la caligrafía de mis humildes intenciones. Miedo a la rutina que me desespere, a las algarabías de los ruiseñores con una pluma en la otra mano, a lo que tenga que pasar para darnos cuenta de nuestra incompetencia y que yo lo viva; miedo al intrusismo de los chivatos, a los malos ratos que no pasen de eso, a lo que una vez nacido se desangre por los huesos, a todo a lo que pueda tenerle uno miedo cagándose las patas abajo; miedo , y ahí lo dejamos. 


2 comentarios:

  1. Todos tenemos, me temo, una buena colección de miedo. A veces están muy escondidos, para que no nos estorben, pero cuando deciden de salir, son como las hormigas, por todos lados, oye, por todos lados están.
    Salu2, Clochard.

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    1. El miedo es natural incluso en el más valiente de los mortales.

      Salud, Dyhego.

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