miércoles, 9 de agosto de 2017

Diario de agosto IV


Resultado de imagen de regar las plantas

A esta hora de la tarde entra una luz por la puerta del patio que confirma la teoría de las nubes de agosto: ese papel muy fino que algunas tardes antecede a una súbita sensación de calor debido al bochorno. La luz condiciona nuestro estado de ánimo y nos aproxima a imágenes pasadas, en esto último se parece mucho al olfato.
El agua y su música celestial; una ducha es una catarsis; dejar que corra el agua fresca por mi cuerpo me prepara para sonreírle al paseo, para campar a mis anchas por La Ciudad, sintiéndome perdido cuando me doy cuenta de que a penas quedan unos minutos para vernos; he caminado durante casi dos horas y me encuentro en un lugar insospechado; la de vueltas que he dado y el trecho que aún me falta. Cuando paseo me gusta ir calculando el punto al que quiero llegar mediante una especie de brújula mental que muchas veces me da una sorpresa; La Ciudad es muy dada a eso, es muy fácil dejarse llevar por el instinto de descubrimiento a través de sus calles y verse uno sorprendido por la ubicación del lugar al que ha ido a parar.
Pat Metheny va muy bien para pararse a pensar dónde poner un punto y coma; cuánta sensibilidad en una guitarra; a veces, sumergido en mi ensimismamiento, pierdo consciencia del sonido y al despertar, como recién salido de una cueva, me sorprende la aparición de la música; ese reencuentro le aporta un cariz poético a la tarea de ir hilvanando frases. Tratando de tener los pies en el suelo esbozo un pensamiento que no llega a un párrafo, algo es algo, menos da una piedra.
Le tengo fe a la terapia de regar las plantas, de cuidar del patio, de correr los muebles del hogar sometiéndolos al trasiego de la revisión de los bajos fondos, introduciéndome en las estaciones del Metro de este estudio de la calle Conde de Barajas, como en una operación también con destino a la limpieza espiritual. Retirar las hojas secas de una planta mal cuidada se parece a disponer de una cierta sensación de esperanza de que vuelvan a brotar; tengo la seguridad de que si se les habla a las plantas mientras se riegan florecen con mayor rapidez los destellos de recuperación en sus ramas. Las herramientas de limpieza se convierten en instrumentos con los que pintar el lienzo del hogar; la fregona es la brocha y la bayeta el pincel; el papel es la lija que una vez embadurnado se transforma en el difumino con el que el brillo de las superficies nos habla de hospitalidad, de claridad de ideas.
Como una de mis manías es pensar que las cosas viven necesito de cierto orden para ponerme a leer o a escribir; la colocación de los objetos de la vivienda responde al mecanismo silábico de la canción de la estética doméstica. El Amor es el abrazo de varios minutos en un semáforo. La conversación fluye por las arterias del análisis. Escribir es descubrirse a uno mismo; escribir es aprender.


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