viernes, 3 de noviembre de 2017

La emoción en el presente


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Un rizo que riza la acrisolada presencia de la tarde en un  pasillo, el brillo de la sombra de un destello de cabello acaramelado, o la de una mañana empapada de suspiros al despertar y durante el duermevela del dulce comienzo de volver a conocerse, a experimentarse, a olerse y a tocarse y a besarse hasta la saciedad, resolviendo el misterio haciéndolo aún mayor; un pensamiento que viene a parar a mi y lo inunda todo de kiwi laminado sobre el fotograma del resurgimiento, con pinta de apunte de esa inmensidad a la que no sé si llega la razón; una manta que se estira hasta verle a los bostezos el dobladillo a dos velas en una habitación, la intuición de que se puede soñar despierto contemplando la belleza de un rostro durmiente; la permanente presencia del silencio junto al roce de la piel, de su piel, de tu piel, el azafrán que corona el aroma de la manzana, el pubis, la falange, la entrepierna, el tobillo, los gemelos, las venas que en el cuello se dilatan por los efectos de cuanto más mejor de todo lo bueno que acabe en Ser; un pantalón corto a cuadros, unas chanclas de verano hospedando a las plantas de unos pies con dedos monosílabos como las teclas de un piano; unas uñas pintadas de rojo, con matices de escultura del Renacimiento, con el resplandor de quien se quiere así mismo. Una mano y un diptongo en sus caricias, un teléfono y una voz a la que se le adivina la magia y la geometría de los dientes al sonreír; una puerta, una sacudida, un ascensor que lleva a un piso más allá del tercero, una bolsa de garbanzos que Pulgarcito derrama ante la presencia de una Dama, unos labios carnosos, una piel delicada, una almohada grande y otra aún mayor, como las Osas del cielo que se reflejan en ese rincón fruto del espejismo de la transparencia cenital de la persiana como ojo observador de su dibujo deseado, un espejo en el que las sombras brillan y los encuentros se establecen bajo la batuta del encanto; y esa ventana tras la que la vida fluye en la avenida, en la que los semáforos se ponen en verde y en rojo y una fuente no deja de sonar. Pámpano, sílaba, esdrújula, son palabras que me vienen a la cabeza de repente, porque me gustan y salta uno con ellas en el chispazo de alegría de los acentos, en ese tintinear de la emoción en el presente. 

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