domingo, 4 de marzo de 2018

Diario de Marzo LXVII


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Los días de lluvia favorecen el adormecimiento de las reflexiones más a flor de piel en su contacto con las sábanas, con el claroscuro que cada amanecer insinúa a levantarse y ponerse a hacer algo, a pensar mismamente, a emprender la tarea de que La Nada huela a café, a resurgir de las cenizas de los sueños, a volverse uno a ver la cara frente al espejo, a lo que va dando de sí la máquina en función del carbón que le entra, en base a los principios establecidos por la ley de la inercia. Las noticias aburren pero lo mantienen a uno al tanto del mensaje, de la metáfora implícita en todo acto de demagogia; ese tan frecuente canal de comunicación encierra un grave peligro, por más que nos hayamos acostumbrado a que las cosas sean como son, y es el devenir histórico de una hambruna sin precedentes en la que todos nos comeremos a todos. Estos días de lluvia son la antesala del despertar de las luminosidades más deslumbrantes que cuelguen de los racimos de la primavera, esas que duran el suspiro de una momentánea, la fragancia de un instante, el daguerrotipo a posteriori de quien se imagina lo que le han contado. Dice el Maestro Escohotado que la riqueza de un pueblo se encuentra en su educación, en su civismo, en su saber estar, en su condescender cuando sea oportuno, en su ceder el paso y en su decir adiós buenas tardes, en la empatía con la que seamos capaces de hacernos cargo de la molla del presente, en su estética del comportamiento ¡Bravo!.


2 comentarios:

  1. Sabias palabras. Yo también anhelo la primavera. Los días de lluvia invitan al recogimiento. Saludos.

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    1. Los días de lluvia son un musical reposo para el espíritu.

      Salud.

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