sábado, 14 de abril de 2018

Las bibliotecas y sus horarios


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El ambiente de las bibliotecas lo envuelve a uno en una paz interior similar a la que se puede disfrutar escuchando la overtura a Ifginie en Aulide de Gluck, acompañando la lectura con el silencio con el que las manos pasan las páginas de La arboleda perdida de Rafel Alberti, sin percepción del paso del tiempo, en un conventual recogimiento que sosiega el alma y da de beber al espíritu. Las bibliotecas son templos del estudio para quienes disponen de un rato en el que cobijarse de la tragicomedia del presente, ayudando a soportar el envite de las noticias sin noticia, de los asesinatos perpetrados en nombre de sea cual sea el fundamentalismo, de los planes de Donald Trump pasándose por el arco del triunfo la Declaración de los Derechos Fundamentales desatendiendo las misivas de la ONU; la ley de la Estaca hace su aparición removiendo Roma con Santiago mientras las retransmisiones en directo de la barbarie nos apoltronan en lo que, sin que nos tiemble el pulso al sostener la cuchara, se da por inevitable. Esta birria de democracia está alcanzando unas cotas de pan y circo que ni en tiempos de Lucio Aurelio Cómodo. Las bibliotecas suponen el edén para quienes quieren refugiarse y desatender el nefando perogrullo del electoralismo de tres al cuarto con el que se nos despacha a diario; las bibliotecas representan  algo así como los lagos de agua fresca en los que darse un chapuzón de ensayo filosófico para quitarle las telarañas a las sacudidas de este torbellino de favoritismos y componendas, con el que se aliña la ensalada del chanchullo. Goza uno del privilegio de disponer de varias bibliotecas repartidas a lo largo y ancho de La Ciudad, hasta que, debido al calendario, se amoldan lo horarios de una manera tan poco ecuánime como lo que sucede de puertas para afuera de ellas. Durante la pasada Semana Santa, en la que nuestro ministro de cultura, en el trance de un poco espiritual cántico, se declaró novio de la muerte, estos centros a penas estuvieron abiertos tres de sus mañanas, con lo cual la supuesta aconfesionalidad del Estado no se limita, debido a la excluyente posibilidad del laicismo, a buenamente colaborar con las distintas confesiones y particularmente con la Iglesia Católica, sino que disminuye las posibilidades de acceso a las bibliotecas de aquellos ciudadanos que no practiquen religión alguna. Lo mismo sucederá durante la próxima Feria de Abril, disponiendo el usuario de a penas tres jornadas matinales de 9:00h a 14:00h, cuando lo razonable sería que sólo permanecieran cerradas el día señalado como festivo en el almanaque de La Ciudad, es decir el miércoles. Y puestos a cerrar, digo yo que lo suyo sería hacerlo precisamente durante las mañanas, para poder recuperarse así de la resaca de la noche anterior. Limitar el uso de estos lugares dice mucho de la desatención sobre lo que realmente importa, hasta conseguir, como con todos los casos de corrupción, que sea lo más normal del mundo, abonando así aún más el terreno para lo que se pretende: que no sepamos hacer la o con un canuto, tachando de paso la parte asignada a vaselina que ya no es necesario incluir en los presupuestos.


2 comentarios:

  1. ¡Si se restringiera el horario de los bares (acortándolo) el motín de Esquilache se quedaría en pelea de párvulos!
    Salu2, Clochard.

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    1. Aquí la cuestión, lo malo, no es que seamos analfabetos, es que nos sentimos orgullosos de serlo, y además con la colaboración de la clase dirigente.

      Salud, Dyhego.

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